martes, junio 23, 2015

Clouds of Sils Maria (Olivier Assayas, 2014)


Empezando por el final, ¿qué significa la película Clouds of Sils Maria? Y es importante al menos poner el asunto sobre la mesa, ya que muchas respuestas críticas han utilizado el cliché para situarse en contra. No estoy seguro de que sea posible responder a esta pregunta clave después de un solo visionado de la última película de Olivier Assayas. Tampoco estoy seguro de que sea una pregunta urgente: incluso desde un punto de vista analítico, es posible reservar un lugar para la ambivalencia en el cine de arte. Como otras grandes películas, Clouds of Sils Maria funciona como un laberinto sin centro borgiano: uno avanza sus meandros (senderos de montaña, nubes, teatro, Lindsay Lohan, Hollywood, Eve Harrington, Fassbinder, Rivette, Franck, los Alpes, Chabrol, Europa) con interés o curiosidad, pero no acaba de aprehender a dónde conduce o si conduce a algún sitio. Sé, por otra parte, que todo en ella tiene sentido (cada frase, cada escena, cada instante de silencio), aunque sólo hacia el final las líneas de desarrollo parecen converger (o no). Por supuesto para cuando elaboramos una hipótesis sobre ese punto de fuga es necesario revisar todo el recorrido para saber si la hipótesis se confirma. Y este juego de interpretar, adivinar, concluir, puede prolongarse durante un par de visionados más. Hasta que nos demos cuenta de que igual importa poco. Como las nubes a las que alude el título, la película es más proceso que forma y las paredes del laberinto nos han hablado más de nosotros, de nuestra experiencia y de nuestra denodada lucha con el tiempo de lo que lo habría hecho un lugar de destino.


Aunque no es verdad que el autor siempre sea la mejor guía para centrar significados, Assayas nos dice que en realidad la película es sobre Juliette Binoche, la actriz que interpreta a la actriz protagonista. Esto puede ayudarnos, si es eso lo que deseamos realmente, a anclar una de las lineas de desarrollo del film. Ciertamente Maria, la protagonista, tiene rasgos asimilables a Binoche y si esta idea guía el sentido de la película, podemos pensar en términos de reflexión/ reflejo sobre la carrera de la actriz, desde sus primeros papeles ambiciosos con Techiné y luego con Kieslowski, siguiendo con su paso por Hollywood (sospecho que su aparición en Godzilla está presente en muchas cosas que se dicen) y su intento de ser una actriz "seria" en cine y teatro a medida que pasa el tiempo. En la película le ofrecen una obra que no quiere hacer y sobre todo es reacia a aceptar las razones por las que se la ofrecen. Más de veinte años antes, protagonizó la misma obra de toques pinterianos en la que una joven becaria utiliza, seduce y abandona a una mujer madura. Entonces interpretó a la becaria. Ahora no consigue entender por qué le han ofrecido el papel de la mujer madura seducida y despreciada, con quien incluso con el paso de los años sigue sin empatizar. ¿Qué fuerzas la están obligando a ser alguien que no quiere ser, que, definitivamente, no es? El cine hoy funciona a golpe de marketing y a veces tiene que sorprender por qué te ven de una determinada manera. Jessica Lange era en los setenta hermosa y frágil y de repente alguien pensó que sería ideal para interpretar varios papeles en American Horror Story. ¿Cómo se llegó a pensar que funcionaría? ¿Cómo se sintió al comprobar que la imagen que cultivó había sido traducida en esos términos llegado el siglo XXI? ¿Cómo dar sentido, en este nuevo papel, a su persona, a sus aspiraciones, a su arte, a su visión? Lange lo logró, y quizá el personaje de Binoche lo logrará, pero ciertamente la perspectiva sobre sí misma queda sujeta a una revisión.

A lo largo de la trama, la protagonista intenta tomar decisiones, ejercer una autoridad sobre su vida, mientras nosotros (más que ella) vemos que todo escapa a su control: las carreras ya no se basan en los mismos presupuestos que cuando comenzó, y no es lo mismo ser una gran actriz a los veinte que a los cincuenta; el mundo del internet, de las redes sociales, que tan mal conoce, se encuentra en el centro de la percepción; las grandes cuestiones en cine y teatro no se dirimen en dramas sino en películas de superhéroes y ciencia ficción, y el criterio necesario para tomar decisiones es cada vez más precario. Se ha hecho mayor pero lo que ha aprendido le ha servido de poco. La nueva lógica viene representada por la que será su antagonista en la función, la joven Jo-Ann Ellis, una especie de Lindsay Lohan que por supuesto es lo que ella nunca fue y con la que no puede imaginarse. Y los significados continúan ramificándose. Si el espectador experimenta Clouds of Sils Maria como un laberinto sin centro es porque también lo es para Maria: se trata de un largo proceso de duda, descubrimiento, frustración y negación que se presenta como una partida de póker en la que uno sabe cuál es su juego pero empieza a tener serias dudas sobre si será mejor que el ajeno.

¿Fija esto el significado último de la película? No, claro. Pero los ecos que va recogiendo y lanzando en otra dirección la hacen compleja y fascinante, como un laberinto sin centro: uno piensa un poco en The Real Thing, de Tom Stoppard, en ciertas obras de Pinter, en Petra Von Kant de Fassbinder, Las relaciones peligrosas y L'amour fou de Rivette. Por ejemplo. Juegos de traición, engaños y reflexión sobre la diferencia entre el ser y la máscara. La otra antagonista de Maria es su asistente Val (Kristen Stewart), cuyo papel real tampoco acaba de definirse: ¿Es una Eve Harrington? ¿Es simplemente alguien que guía y corrige Maria, su ventana al mundo? Hay ciertamente una historia lésbica, pero no es exactamente eso. Tampoco. Stewart por supuesto trae al tablero su papel en la saga vampírica Crepúsculo, y creo que hemos de tomar en serio lo que nos dice sobre lo que este tipo de películas significa. Si Assayas nos habla de Binoche como centro de gravedad, la verdad es que también es (o será), en cierto modo, la historia de Stewart. Y Val observa, juega su mano y cuando tiene a punto su jugada maestra desaparece. ¿Fue siempre una ficción? Quizá Val es la fantasía que Maria necesita para apoyar sus decisiones, y desarrollar su proceso. Quizá Val estuvo siempre ahí como aspiración al control y Maria deja de necesitarla cuando se da cuenta de que no tiene autoridad sobre ella. O quizá Val no sea más que lo que parece; la asistente personal de una actriz insegura y voluble que no se conoce a sí misma tanto como cree y que en un momento dado decide marcharse.

Entre las posibles lecturas, no puedo dejar de elegir una, no necesariamente porque sea la más prominente en el film (o la más necesaria) sino porque es quizá la que más me afectaba mientras lo veía al borde de los cincuenta años, momento que veo acercarse como un torrente de nubes entre montañas: la película hablaría de la perspectiva que tenemos de nosotros mismos, de no saber vernos, de convertirnos, sin darnos cuenta, con el paso de los años, en alguien que nunca quisimos ser, y en cómo el conocimiento se vive como un shock. Es, al fin y al cabo, sobre el tiempo, sobre nuestra fantasía de estar fuera de él, de dominar sus recovecos que son nuestra historia. En el último plano vemos a Maria atrapada en una dinámica que ya no controla, consciente al fin de en quién se ha convertido, con un futuro en el que no acaba de encontrar a la mujer que fue, en el que seguro habrá éxitos pero que se presenta vacío. La vieja ficción y la nueva realidad convergen, como si la primera siempre hubiera estado esperando, acechando a la protagonista, como si desde veinte años antes su destino hubiera estado perfectamente trazado. Hacerse mayor es para Assayas, para Binoche y para mí como espectador, algo poliédrico, lleno de ironías, ambivalencias y autoengaños. Y si queremos ser realmente precisos, la verdad es que el tema no podía tratarse de otro modo.

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