miércoles, junio 24, 2015

Entrevista a Terenci Moix, Universidad de Granada. Ciclo El intelectual y su historia, 1996


Una entrevista/ conferencia de Terenci Moix en la Universidad de Granada, conducida por Pedro Víllora. Como casi todo en Moix es pura performance de sí mismo en la que se mete al público en el bolsillo. Habla de sus relaciones con el pujolismo, de su experiencia gay, de su literatura (especialmente la relación con los dos idiomas en los que escribe)

martes, junio 23, 2015

Clouds of Sils Maria (Olivier Assayas, 2014)


Empezando por el final, ¿qué significa la película Clouds of Sils Maria? Y es importante al menos poner el asunto sobre la mesa, ya que muchas respuestas críticas han utilizado el cliché para situarse en contra. No estoy seguro de que sea posible responder a esta pregunta clave después de un solo visionado de la última película de Olivier Assayas. Tampoco estoy seguro de que sea una pregunta urgente: incluso desde un punto de vista analítico, es posible reservar un lugar para la ambivalencia en el cine de arte. Como otras grandes películas, Clouds of Sils Maria funciona como un laberinto sin centro borgiano: uno avanza sus meandros (senderos de montaña, nubes, teatro, Lindsay Lohan, Hollywood, Eve Harrington, Fassbinder, Rivette, Franck, los Alpes, Chabrol, Europa) con interés o curiosidad, pero no acaba de aprehender a dónde conduce o si conduce a algún sitio. Sé, por otra parte, que todo en ella tiene sentido (cada frase, cada escena, cada instante de silencio), aunque sólo hacia el final las líneas de desarrollo parecen converger (o no). Por supuesto para cuando elaboramos una hipótesis sobre ese punto de fuga es necesario revisar todo el recorrido para saber si la hipótesis se confirma. Y este juego de interpretar, adivinar, concluir, puede prolongarse durante un par de visionados más. Hasta que nos demos cuenta de que igual importa poco. Como las nubes a las que alude el título, la película es más proceso que forma y las paredes del laberinto nos han hablado más de nosotros, de nuestra experiencia y de nuestra denodada lucha con el tiempo de lo que lo habría hecho un lugar de destino.

lunes, junio 22, 2015

Moix impuro: catalán, literato, queer




Terenci Moix no puede sino ser una inspiración en un blog que hace gala de impureza. Sé que me meto en un terreno minado al abordar, siquiera tentativamente, la figura de Terenci Moix. Moix es el punto de cruce y tensión de ideologías en conflicto sobre catalanismo, literatura, género y gusto. Primero porque no hay que olvidar que la tentación de la pureza sigue siendo fuerte como estrategia de legitimación, y muchos considerarán que Moix, que no se comprometió con otras causas que la propia, no es reivindicable ni como artista ni como patriota ni como gay. Pero también porque, como sé bien, Moix tuvo un círculo de amigos y conocidos extenso y cada uno de ellos tiene su propia idea de Moix que defiende a capa y espada. En muchos casos tales defensas entran en conflicto entre sí o con la interpretación que surge de sus escritos.

Aunque la precisión es innecesaria para los académicos, aquí probablemente tenga que insistir en que no hablo del individuo, hablo de "Moix" como discurso, como voz, como significante. Para mí es un lema que hay que desconfiar siempre de quien habla pero confiar en lo que dice. Nadie es sincero, siempre somos enunciados por el lenguaje. Cualquier conocido de Moix es un intérprete legítimo. Pero dado el personaje, habría que decir que no hay una interpretación única y final y que hay que permitir que varias coexistan. Aquí intento poner en orden unas notas que surgen de la preparación de dos conferencias (en Barcelona la próxima semana y en Alcalá de Henares en septiembre) sobre Terenci Moix. Me han ayudado especialmente los trabajos de Josep Antón Fernández y David Vilaseca. El primero sitúa a Moix en la encrucijada cultural y en el centro de los dilemas del catalanismo y los procesos de canonización literaria como proyecto nacionalista. El segundo me enseñó a escuchar a Moix cuando me habló de su admirable, extraordinaria y envidiable falta de pudor en sus memorias. Respondo a las lecturas de los textos de ambos y a mi revisión de la obra de Moix con unas ideas algo desordenadas sobre el significado de Moix como catalán, como literato y como disidente sexual.

domingo, junio 14, 2015

Cinemísticas: tres cristos (Pasolini, Rice, Gibson) (tercera parte)



Tanto la versión de Pasolini como la de Jewison/ Rice hablan de manera muy precisa de la época en que se concibieron (y poco del Jesucristo "real"). No sé si la estética radical del primero hubiera calado tan bien fuera de la era dorada de la experimentación en los sesenta, y el cuestionamiento ideológico de Tim Rice nos dice mucho sobre la era del Che y el Vietnam, cuando "marxismo" era una palabra molona y significaba realmente lo que debía significar. En este sentido, ambas son "sintomáticas" aunque ciertamente los fenómenos a que se refieren (experimentación, apropiación política) eran, en su tiempo, visibles pero marginales. La pasión de Cristo, de Mel Gibson (2004) es sintomática de un modo mucho menos alentador: representa fielmente tendencias fuertes del cine del siglo XXI (o del fin del cine tal como se entiende a lo largo de la mayor parte del siglo XX). Es fácil ironizar sobre La pasión de Cristo y cierta crítica lo ha hecho con saña. Aunque se trata de una visión que se propone "realismo", "verosimilitud" y cierto grado de corrección histórica y doctrinal, lo cierto es que lo que predomina es el espectáculo. La sangre podía salir a borbotones en la realidad, pero dónde se pone la cámara es siempre una decisión de puesta en escena, y aquí cámara, lentes, luz, montaje y encuadre parecen concebidos según un manual de sensacionalismo. La decisión de utilizar latín y arameo resulta especialmente interesante: aunque ciertamente los romanos hablaban latín y los galileos arameo, la lengua franca sería griego, algo que el film ignora. Es decir que ni las pretensiones de realismo van mucho más del gesto: lo importante es que lo parezca. En definitiva, la película es víctima de su exceso de ambición.

miércoles, junio 10, 2015

Lo que deja Pedro Zerolo



El mundo se divide entre quienes tienen miedo a la palabra y quienes piensan que la palabra cura y tiende puentes. Los primeros no discuten, embisten: el miedo al lenguaje los hace ciegos a su potencial. Pero el lenguaje no es lo que nos fija, es lo que nos permite movernos, palabras, argumentos, nos permiten fluir, progresar, crecer. Entender esto ya es poco frecuente en la vida cotidiana, pero por desgracia es excepcional en la política, donde la capacidad de escuchar y salir de las armaduras con las que nos protegemos debería ser una virtud. Aferrarse a las ideas de uno (ideas que, irónicamente, nunca son de uno, simplemente es una fantasía seductora) no nos permite ver. Me parece que es algo que Pedro Zerolo entendía muy bien. En un encuentro hace ya casi diez años, me demostró que incluso en la política, la capacidad de hablar, argumentar y comprender llevan más lejos que las posiciones rígidas.

lunes, junio 08, 2015

Cinemísticas: tres Cristos (Pasolini, Rice, Gibson) (segunda parte)



Si el Evangelio según san Mateo, de Pasolini, soluciona el choque entre los valores místicos del texto y el discurso cinematográfico proponiendo una estética radical que rompa con los hábitos de representación simplista, Jesucristo Superstar hace una propuesta que resulta interesante desde el punto de vista político. Que la respuesta al misticismo sea la política es, en sí, un gesto clave que nos habla del contexto en que aparece la obra.

La obra original se ha llamado "Opera Rock" y sus raíces están en la "passion play" de la tradición inglesa más que en el musical tradicional. Se editó como "album conceptual" en 1970 que funcionaba como una cantata con música de Andrew Lloyd Webber y letras de Tim Rice (en clave de rock, pero escrita con gran elocuencia, atención al detalle y variedad de propuestas) y recoge toda una serie de herencias postconciliares en la representación de los problemas que presenta el personaje de Cristo. Más aun que Jesucristo, el referente principal de la obra, sin embargo, es Che Guevara, el revolucionario argentino que contribuyó a fortalecer los pilares ideológicos de la Revolución cubana y murió en Bolivia en 1967. El Che se convirtió en un icónico "superstar" de las revoluciones políticas de los sesenta, su rostro fue apropiado por la prensa y el arte popular (Rice y Webber lo harían años después, de manera más literal, en Evita). En su libreto, Tim Rice (verdadero motor intelectual de la obra) se pregunta por las relaciones entre revolución y personalismo. Para esto, como otros antes que él (Cecil B. DeMille) da al personaje de Judas una mayor importancia de la que tiene en el evangelio, con lo que añade a éste una interesante tensión narrativa y una productiva oposición de caracteres. El Judas de Rice abre la obra cuestionando a Jesucristo: con él ha iniciado el camino de la revolución (echar a los romanos de Galilea), un nuevo régimen político que lideraría la generación joven no manchada por las herencias del pasado (por ejemplo la corrupción: Judas piensa en clave de Podemos); el problema es que las masas que lo aclaman parecen admirar más su capacidad de hacer milagritos (cambios puntuales, no profundos) que el potencial revolucionario de sus enseñanzas. Por otra parte, la popularidad de Jesús como estrella mediática de su época también pone nerviosos a los sacerdotes colaboracionistas que ven cómo su poder se debilita.

domingo, junio 07, 2015

Cinemísticas: tres Cristos (Pasolini, Rice, Gibson) (primera parte)


Las cartas sobre la mesa: la realidad de Jesucristo, su "vida", nunca ha sido una cosa que me preocupe, no me importa si existió o no y, de existir, qué hizo, si era hijo de Dios y cuáles fueron sus circunstancias; sin embargo, ningún filólogo puede negar la fascinación que produce Cristo como icono cultural, su impacto en nuestra cultura evidente en textos desde hace más de dos mil años. El valor de este icono está precisamente en su ambivalencia, en su difuso estatus, en el hecho de que, dada su lejanía real, está hecho de palabras, es un campo de batalla de enunciados contradictorios, siempre mistificadores, morales, metafísicos e históricos. No hay un Cristo, hay multitud, y pocos que importen caben en el cine. Al mismo tiempo, uno puede ser creyente sin recurrir a la realidad histórica de Cristo. Aquí sugiero unas pinceladas sobre un aspecto mínimo del impacto de Cristo: la representación cinematográfica de su vida.

Y dado que se trata de una de las narrativas que han aparecido con mayor consistencia en la historia del cine, me centraré en tres ejemplos que me parece que intentan soluciones a un problema de representación de los eventos que se cuentan en los evangelios: el hecho de que, como literatura, el evangelio no acaba de tener sentido narrativo si uno no lo descifra a partir de la fe; es siempre la fe (que para mí es una rama de los estudios literarios) y la creencia en una Verdad transcendente lo que aducen los exégetas cuando dan sentido a las palabras de Cristo y los evangelistas. El cine nace como entretenimiento laico y la mayoría de sus manifestaciones intelectuales y artísticas en el siglo XX son laicas. La influencia de la moral cristiana en el cine es fundamental, pero la mayoría de las películas pueden sostenerse sin recurrir a la fe religiosa. El problema de la representación de Cristo se agudiza así en el cine al tener que reconstruir visualmente y narrativamente algo de lo que no hay un modelo claro en dos mil años de historia y que, además, adquiere sentido a partir de un elemento externo a sus estrategias discursivas.

sábado, junio 06, 2015

Conducta (Ernesto Daranas, 2014)



Hubo un tiempo en que la educación tenía una mística especial. Esto lo digo en el mejor sentido de la palabra: mistificar el dinero o el nacionalismo es problemático porque producen sueños que nos limitan y nos hacen gente menos compleja. Con la educación sucede lo contrario: como proceso es difícil, hay una inercia que hace que nadie quiera "ser educado" en el sentido de someterse a disciplinas y protocolos que nos harán mejores en términos de valores (ni el nacionalismo ni el dinero son significantes de valor alguno) y por lo tanto su estatus en la sociedad es naturalmente precario. Su mistificación (la figura del profesor sabio, la confianza que se ponía en el docente, la fe en estructuras que, más allá de casos individuales, debían permanecer fuertes para una sociedad mejor) se basa por supuesto en mitologías, faltaría más, pero eran mitologías que cohesionaban sociedades. Por eso la figura del maestro sabio, por ejemplo, puede ser cursi en sus tratamientos, pero tendemos (tendíamos) a perdonar la cursilería porque creíamos fervientemente que detrás de ella, detrás de la mentira literaria había un valor profundo. Los problemas que tengo en poner tiempo verbal son síntoma de un cambio que he ido reconociendo como docente y como ciudadano: la figura del maestro sabio y la mística del proceso educativo no son. ya, centrales; cosas que la generación que me educó consideraba necesarias están desmoronándose con cada decreto ley, con cada ministro, con cada decisión administrativa. Puede que todos, políticos y comentaristas, se llenen la boca con el valor de la educación, pero las decisiones que toman claramente indican que no la entienden y que no la respetan, la ven como un mero proceso burocrático cuyos mecanismos pueden captar algún voto, y esto es porque, aventuro, como cultura, hemos dejado de percibir la educación como un valor. Uno de los efectos es que van desapareciendo las narrativas mistificadoras que, incluso cuando eran cursis, eran significantes de un sueño de civilización.

viernes, junio 05, 2015

Con pasión: Jane Fonda



The Newsroom es, según a quién se pregunte, una de las series más irritantes de la historia de la televisión (no, de la representación en general desde el bisonte de Altamira), o una utopía de la corrección sintáctica que muchos habitaríamos con gusto. En cualquier caso no puede negarse el impacto del momento en el tercer capítulo de la primera temporada cuando de repente, sin anunciarlo, apareció  deslumbrante, contundente y con esa voz que fue la perdición de los hombres durante décadas, Jane Fonda unos segundos como presidenta de la cadena. Jane Fonda. Y ciertamente sólo hicieron falta unos segundos. Jane Fonda traía, más que una presencia, una historia, era un rostro cargado de sentido y de autoridad: una de las primeras en hacer papeles de puta en Hollywood, ingenua profesional, fantasía machista de melena leonina (Leona Lansing era el nombre, tan adecuado, de su personaje en le serie) y devaneos siderales, activista contra la guerra del Vietnam, y luego una serie de papeles y declaraciones que la convierten en la actriz con mayor dominio de su carrera en los setenta. En aquella aparición estaba la autoridad de toda una carrera. Quizá otras tuvieron más impacto (Linda Lovelace, Carol Burnett), pero ninguna actriz importante supo combinar tan bien el significado de su personaje con el talento, el riesgo y el glamour. Representó el mejor Hollywood, el que va por delante de la sociedad, el que toma partido, el que ayuda a pensar, el que aunque no tenga sentido al menos cree fervientemente que no se puede renunciar a él. A partir de los ochenta las cosas ya van a menos, pero es que desde los ochenta el cine y el mundo en general han ido a menos.

lunes, junio 01, 2015

The Last Picture Show (Peter Bogdanovich 1971) o lecciones de tono






La novela de Larry McMurtry The Last Picture Show es un gran ejemplo de un modelo narrativo que, propia de la novela europea del XIX, se da con especial fuerza en el cine y la televisión estadounidenses desde los años sesenta. Se trata de tomar un grupo de personajes, a la manera de Balzac, Döblin, Tolstoy, Proust, Eliot, Galdós o Hugo y entrecruzar sistemáticamente sus vidas para construir una suerte de fresco que de alguna manera representa una época y un lugar. El género (y podría considerarse un género) se consolida en el cine americano con la adaptación de Peyton Place (de 1957) y a partir de entonces lo encontraremos con frecuencia. En el cine europeo, algunos directores experimentan con el género, por supuesto, el ejemplo más excelso es La regle du jeu, o el cine de Berlanga en España (Plácido, Bienvenido Mr Marshall, Calabuch)  pero la tradición americana resulta mucho más central sobre todo en los años setenta. Desde La aventura del Poseidón y el ciclo de catástrofes a Nashville o A Wedding, el principio constructivo es el mismo. En televisión por supuesto el género conoce las cimas de Twin Peaks, The Wire o Friday Night Lights. La adaptación de The Last Picture Show resulta much cercana, precisamente, a este último título: como la serie de Peter Berg se trata de mostrar las vidas cotidianas de los habitantes de una pequeña localidad de Texas (el referente de Berg era Odessa, aquí es Thalia, Anarene en la película). Berg tiene una mirada fuertemente social y en las cinco temporadas de FNL se hablaba de la importancia de la educación, de fantasías adolescentes, del papel del deporte en la comunidad, del sentido de la familia y de racismo. 

Narrativa feminista y la mirada insumisa: qué dicen las películas de las mujeres



Como otros conceptos surgidos de luchas ideológicas del siglo XX, la palabra "feminismo" suele blandirse a la ligera, especialmente cuando se habla de representación en los medios de masas. Esto contribuye a difuminar la importancia de la mirada feminista, debilitar su impacto y distorsionar sus objetivos. De alguna manera hace que sea muy fácil para las productoras ganarse la etiqueta de "feminista" con algunos toques simples como parte del proyecto de llegar a todo el mundo. Se compatibiliza así "feminismo" con ideologías misóginas dentro de un mismo film, que queda exonerado de acusaciones. Lo que sigue es un intento de mostrar en qué términos ciertas narrativas de Hollywood puede calificarse de "feminista" y hasta qué punto nos conviene hacerlo o mantener una distancia crítica.

Como suele suceder, el problema principal de las etiquetas es la simplificación; sus ventajas son ayudarnos a pensar con rapidez y a tomar atajos conceptuales que fácilmente se convierten en lemas. A pesar de la utilidad de esto último, nunca hay que pensar acríticamente un adjetivo ("feminista") tiene significado único o se refiere a una actitud universal. El ansia de literalidad, de concisión y la pereza mental ayudan a simplificar y en parte suman fuerza a la patología cultural reciente que quiere respuestas claras y conceptos fácilmente utilizables. Y es que cuando se dice que una película es "feminista" se están diciendo varias cosas a la vez y algunas en conflicto con las otras. Me voy a centrar en dos.

Rocío Márquez

Hoy una recomendación musical: Rocío Márquez. Con una sola actuación que he tenido la suerte de presenciar esta noche en Madrid, sube al panteón de mis voces preferidas. Flamenca impura, que abraza y absorbe tradiciones y estilos, que sabe qué canta y de donde viene todo, y lo comunica hasta dejarte sin respiración.

Pocas veces sé que alguien a quien escucho por primera vez permanecerá para siempre en mi vida


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