Empezando por el final, ¿qué significa la película Clouds of Sils Maria? Y es importante al menos poner el asunto sobre la mesa, ya que muchas respuestas críticas han utilizado el cliché para situarse en contra. No estoy seguro de que sea posible responder a esta pregunta clave después de un solo visionado de la última película de Olivier Assayas. Tampoco estoy seguro de que sea una pregunta urgente: incluso desde un punto de vista analítico, es posible reservar un lugar para la ambivalencia en el cine de arte. Como otras grandes películas, Clouds of Sils Maria funciona como un laberinto sin centro borgiano: uno avanza sus meandros (senderos de montaña, nubes, teatro, Lindsay Lohan, Hollywood, Eve Harrington, Fassbinder, Rivette, Franck, los Alpes, Chabrol, Europa) con interés o curiosidad, pero no acaba de aprehender a dónde conduce o si conduce a algún sitio. Sé, por otra parte, que todo en ella tiene sentido (cada frase, cada escena, cada instante de silencio), aunque sólo hacia el final las líneas de desarrollo parecen converger (o no). Por supuesto para cuando elaboramos una hipótesis sobre ese punto de fuga es necesario revisar todo el recorrido para saber si la hipótesis se confirma. Y este juego de interpretar, adivinar, concluir, puede prolongarse durante un par de visionados más. Hasta que nos demos cuenta de que igual importa poco. Como las nubes a las que alude el título, la película es más proceso que forma y las paredes del laberinto nos han hablado más de nosotros, de nuestra experiencia y de nuestra denodada lucha con el tiempo de lo que lo habría hecho un lugar de destino.

A lo largo de la trama, la protagonista intenta tomar decisiones, ejercer una autoridad sobre su vida, mientras nosotros (más que ella) vemos que todo escapa a su control: las carreras ya no se basan en los mismos presupuestos que cuando comenzó, y no es lo mismo ser una gran actriz a los veinte que a los cincuenta; el mundo del internet, de las redes sociales, que tan mal conoce, se encuentra en el centro de la percepción; las grandes cuestiones en cine y teatro no se dirimen en dramas sino en películas de superhéroes y ciencia ficción, y el criterio necesario para tomar decisiones es cada vez más precario. Se ha hecho mayor pero lo que ha aprendido le ha servido de poco. La nueva lógica viene representada por la que será su antagonista en la función, la joven Jo-Ann Ellis, una especie de Lindsay Lohan que por supuesto es lo que ella nunca fue y con la que no puede imaginarse. Y los significados continúan ramificándose. Si el espectador experimenta Clouds of Sils Maria como un laberinto sin centro es porque también lo es para Maria: se trata de un largo proceso de duda, descubrimiento, frustración y negación que se presenta como una partida de póker en la que uno sabe cuál es su juego pero empieza a tener serias dudas sobre si será mejor que el ajeno.

Entre las posibles lecturas, no puedo dejar de elegir una, no necesariamente porque sea la más prominente en el film (o la más necesaria) sino porque es quizá la que más me afectaba mientras lo veía al borde de los cincuenta años, momento que veo acercarse como un torrente de nubes entre montañas: la película hablaría de la perspectiva que tenemos de nosotros mismos, de no saber vernos, de convertirnos, sin darnos cuenta, con el paso de los años, en alguien que nunca quisimos ser, y en cómo el conocimiento se vive como un shock. Es, al fin y al cabo, sobre el tiempo, sobre nuestra fantasía de estar fuera de él, de dominar sus recovecos que son nuestra historia. En el último plano vemos a Maria atrapada en una dinámica que ya no controla, consciente al fin de en quién se ha convertido, con un futuro en el que no acaba de encontrar a la mujer que fue, en el que seguro habrá éxitos pero que se presenta vacío. La vieja ficción y la nueva realidad convergen, como si la primera siempre hubiera estado esperando, acechando a la protagonista, como si desde veinte años antes su destino hubiera estado perfectamente trazado. Hacerse mayor es para Assayas, para Binoche y para mí como espectador, algo poliédrico, lleno de ironías, ambivalencias y autoengaños. Y si queremos ser realmente precisos, la verdad es que el tema no podía tratarse de otro modo.
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