jueves, noviembre 30, 2006

"Cine subcultural" frente a "Buen" cine

En su sentido más puro (y más restringido), la expresión “cine gay” debería reservarse para el cine subcultural: el que llena programaciones de festivales gays, el hecho a partir de la experiencia gay. Me interesa saber qué opinión os merece este cine “subcultural” o qué experiencias podéis compartir al respecto.

Trick: la comedia romántica suele ser muy hetero. Lo que me gusta de Trick es que propone una comedia romántica con elementos referenciales claramente gays

Uno de los aspectos recurrentes en vuestros cuestionarios y algunas opiniones en este blog es que el cine subcultural, en general, os atrae poco. La mayoría de los que declaran esto, añaden que lo que les gusta es el “buen” cine. Yo no acabo de entender este tipo de enunciados, aunque creo que sé más o menos por donde van los tiros. Un modo de reflexionar sobre esta cuestión es preguntarme qué quiere decir la gente cuando habla de “buen” cine. Y lo que pasa es que cada uno quiere decir una cosa distinta, lo cual hace que el significado del enunciado anterior (que presupone además que todo el cine gay es “mal cine”) sea realmente escurridizo.

En esta discusión dejo de lado las películas que obviamente son narrativamente torpes o no saben fragmentar una escena con el montaje o tienen actores para matarlos. Pero de ésas hay también en los cines comerciales. Y son tan homo como hetero. Hay por supuesto criterios “técnicos” objetivables, que son más o menos los que enseñamos en clase. Construcción dramática, motivos visuales o narrativos, un cierto dominio de la sintaxis de planos y movimientos de cámara… En general, la gran mayoría de películas gays (en este sentido reducido, que no coincide con el que uso en mi blog) cumplen con esto, a veces con creces. Pero esto no basta al parecer. Y luego hay otros criterios que son de tipo “artístico”: una buena película es una obra de arte, algo que explora nuevas direcciones en el lenguaje, que dice cosas de una manera innovadora, que busca nuevos terrenos de expresión, que tiene un discurso sobre la realidad complejo, etc. Ciudadano Kane. El eclipse. Ocho y medio. Evidentemente, muchas de las películas que consideramos “buenas” no llegan a estos extremos. Entre otras cosas porque la innovación radical no suele traer éxito de taquilla. Así, el concepto que la gente tiene de lo que es una buena película (y que para la mayoría de vosotros el cine gay no cumple) se encuentra en algún lugar entre ambos.

Edward II, de Derek Jarman. El cine comercial mainstream no habría añadido relevancia gay a esta versión de la obra de Marlowe

Está claro que una “buena” película es la que tiene una serie de rasgos que apreciáis. Y algunos compensan por otros. Hay películas que no son grandes películas pero que tienen una cosa que nos gusta (no sé, una buena interpretación de Robert DeNiro, un momento Scorsese ágil y dinámico) y os predispone positivamente. Y al contrario, hay películas buenas que tienen algunos elementos que pueden ser contrapeso en la balanza de la opinión. A mí no me gusta, por ejemplo, Meg Ryan, pero en Ricas y Famosas sale Meg Ryan y esto no afecta (demasiado) mi disfrute de la película. Lo que me choca un poco de vuestras respuestas es que los placeres que proporciona el “cine gay subcultural” no os parecen suficientes. Igual es una cosa de estas en las que sólo se posicionan quienes quieren declarar su distancia mientras que el resto disfruta bastante de la cuestión.

Es evidente que un cine dirigido a un sector específico no puede contar con grandes alardes técnicos o incluso de interpretación. Pero siempre pienso en una película como Sideways (Entre copas), mediocre desde cualquier punto de vista pero que cayó muy en gracia porque tocó la fibra sensible de cierta problemática heterosexual. Creo que los gays tendemos a ser menos permeables a este tipo de cosas. O quizá no: ¿hay algún equivalente gay a Sideways? ¿Alguna película gay que toque el zeitgeist gay y nos guste por ello? El caso es que da la impresión que los indudables atractivos que debería tener el cine subcultural (una mirada homoerótica que coincide con la del espectador a quienes va dirigida, un uso de ciertos códigos sin tapujos, reproducción de experiencias que se parecen a momentos vividos) no os parece “suficiente” como para apoyarlo. Y esto es curioso, porque si algo demuestra el fenómeno Brokeback Mountain es que el umbral de tolerancia de los heteros hacia la experiencia gay es bajo. Nuestra experiencia sólo se puede reflejar plenamente, de momento, en productos de la subcultura.


Beefcake es un ejemplo estupendo de los placeres del cine subcultural: habla de nuestra historia, ofrece una mirada homoerótica, presenta situaciones reconocibles como nuestras

Definitivamente, la etiqueta no es derogatoria. Yo creo que el cine subcultural tiene su lugar y tiene unos placeres irreemplazables. No sé si vale la pena poner ejemplos, porque una vez entramos en este terreno hay cientos de películas y las posibilidades de verlas son limitadas, pero a mí me gusta bastante Trick, de Jim Fall. Latter Days tuvo bastante éxito hace algunos años. Hay una reciente, que se llama Straight Jacket que es precisamente eso, cine subcultural. Cine subcultural lésbico es But I’m a Cheerleader, It´s in the Water. Desert Hearts, Go Fish y Claire of the Moon nacieron de la subcultura, aunque con ambiciones, y no se preocupan por las sensibilidades hetero. En general se trata películas de bajo presupuesto y sin estrellas, pero tienen sus compensaciones.

Así, ¿Qué queréis declarar sobre el cine subcultural? ¿Queréis justificar vuestras críticas (con ejemplos concretos de por qué consideráis ciertas películas “malas”, porfa)? ¿Algún partidario acérrimo?

miércoles, noviembre 29, 2006

Cuestiones de caracterización: un saloncito gay de los años cuarenta



Observad con atención esta imagen. Pertenece a una película de los cuarenta. En la película no aparece nadie que sea explícitamente gay, pero ¿no os hace sospechar el orden del saloncito, que pertenece a un caballero soltero? Esas lámparas. Aquella colección de tacitas. Las elegantes cortinas al fondo. El reborde de los cojines en el sofá. Y aquella silla de jardín. Además, el plano es de punto de vista: el protagonista de la cinta mira esto con cierto repelús. Sí, para él hay algo indudablemente rarito en el propietario de tan primorosa habitación. Un hombre de verdad no tiene esa exhibición de porcelanas y cacharritos. Faltaría más.

¿A qué película pertenece? ¿Quién es el propietario?
En esta segunda foto tenemos al protagonista, Dana Andrews, mirando con desconfianza la colección de máscaras del propietario de la casa. ¿Qué tipo de hombre, parece preguntarse, se dedica a coleccionar este tipo de cosas?
Y finalmente, frente a la bestia. Esta es la cara que se le pone a Dana Andrews, heterosexual de pura raza, cuando se encuentra frente a frente con Waldo Lydecker. "Ya me lo temía yo"

El objetivo de todo esto era ilustrar cómo en algunas películas de los cuarenta se connota perversión sexual en el villano a través de aspectos marginales de caracterización (el mobiliario y la reacción de "nuestro héroe") aunque tal perversión no tenga nada que ver con la trama. No deja de ser curioso....

Postdata. Para completar un poco el comentario: sobre esta escena, Paul Loen comenta que el gesto de Dana Andrews constituye un guiño al lector que sugiere que Waldo "la tiene pequeña". No es, probablemente, el tipo de comentario que haya que tomarse como muy en serio. Pero pensé que tenía gracia. Y la verdad es que a partir de ahora no voy a ver otra cosa.

Y por cierto, Laura, homófoba o no (que sí lo es) es una obra maestra del cine negro. Tenía que decirlo.

Próximamente en DVD...


Se anuncian en DVD dos películas estupendas las próximas semanas. ¿Quién teme a Virginia Woolf?, que aparecerá en edición especial, es uno de los auténticos clásicos gays para los que tenemos cierta edad. La protagonista es Elizabeth Taylor, en una de esas interpretaciones únicas y electrizantes que uno no puede olvidar. Como sabéis, Elizabeth Taylor es el auténtico "factor X" en la historia del Hollywood gay: se podría trazar la historia de los gays en Hollywood simplemente siguiendo a la Taylor desde sus primeros años con Roddy McDowall hasta sus últimas apariciones tanto en Broadway (en La loba, de la misma obra cuya versión cinematográfica protagonizó Bette Davis, y en Private Lives, escrita por Noel Coward) o en Hollywood (no sólo en actos benéficos contra el sida, sino en películas de Zeffirelli o con Rock Hudson). Además en esta película sale Sandy Dennis, que era lesbiana en la vida real (y protagonizó una película lesbófoba titulada La Zorra). Por supuesto el autor de la obra original, Edward Albee es gay. Una vez me lo encontré en el gimnasio Soho Athletic Club, de Londres, y me atreví a murmurar algo sobre lo que su obra había significado para mí. Luego descubrí que era un error: prefiere que se hable de obras suyas más recientes. Vaya. En fin, que es una obra de la que podía pasarme horas hablando y citando frases, pero en un blog no queda tan bien como en vivo.

La otra película que se anuncia es una de mis comedias preferidas. La octava mujer de Barba Azul, de Lubitsch. Ya era hora. Es uno de esos clásicos que quedaban pendientes (de las grandes comedias sólo falta Midnight). Los tres "factores gays" son Claudette Colbert, que era lesbiana (no me explico cómo no se la reivindica más: es realmente una de las grandes de la comedia), el co-guionista de Billy Wilder, Charles Brackett (bastante conservador y probablemente menos brillante que Wilder, pero tampoco es necesario entrar en detalles). Y por supuesto Edward Everett Horton, que patentó un personaje de mariquita que aparece recurrentemente en las películas de los años treinta.


También se anuncia Almas sin conciencia (Il bidone), de Fellini, en la que al parecer hay una escena de travestismo de la que se habla en los libros pero que yo tengo totalmente olvidada...

martes, noviembre 28, 2006

Pero... ¿nos afectaron alguna vez las imágenes negativas?

Las amargas lágrimas de Petra von Kant: lesbianas borrachas, celosas, suicidas

Este post supongo que resultará poco relevante a los espectadores de menos de treinta años, pero es una de las cuestiones centrales de una sección de mi libro. Gran parte de la crítica más difundida sobre el cine homosexual utilizaba el carácter positivo o negativo de las imágenes como criterio de evaluación. Esto todavía se ve a veces, aunque menos que en los ochenta y los noventa.

El argumento era que las imágenes “negativas”, a menudo basadas en los estereotipos, reforzaban la homofobia y por lo tanto debían ser suprimidas. Lesbianas asesinas, dominantes (la hermana George), sádicas (Lotte Lenya en Desde Rusia con amor), maricas suicidas (en Sabor a miel), patéticos (en Muerte en Venecia), grotescos, risibles (en No desearás al vecino del quinto), deprimidos (en Víctima), todo formaba un panorama sórdido de lo que pdía ser la vida homosexual. Hay dificultades en esta propuesta porque, por ejemplo, Querelle es a la vez radicalmente “positiva” y MUY negativa. Y no hay manera de ponerse de acuerdo. Pero en general se asume que las representaciones anteriores a los años ochenta tenían una carga sistemáticamente homófoba.


Querelle: homosexuales asesinos, deprimidos, patéticosEl tema lo hemos tocado aquí ya, y hubo discusiones en el foro de Berkana. En este post planteo una pregunta muy concreta: ¿tenéis algún recuerdo de cómo os influian las imágenes de la homosexualidad en el cine y en la tele antes de la emergencia de un cine gay y una mayor gama de representaciones en los noventa? ¿Os produjeron algún tipo de aprensión con respecto a la homosexualidad? ¿Influyeron decisiones sobre salir del armario? ¿Postergaron el momento? En otro momento podemos hablar de si el cine produjo “invitaciones” a “hacernos” gays.

Es decir: ¿podéis aportar experiencias concretas sobre el modo en que las imágenes os afectaron antes de que se produjera un equilibrio en las representaciones?


Muerte en Venecia: cuando el homosexual asume su amor se vuelve grotesco y esa imagen del tinte corriendo con el sudor puede ser a la vez patética o penosa

sábado, noviembre 25, 2006

Un Juego: de cena con mi gay preferido

Marlene Dietrich, que no ocultaba sus affairs con mujeres y con hombres.... hasta que algún productor dijo basta

Hemos hablado ya de referentes, de iconos, de cuerpos homoeróticos. Vi un juego en el blog del Capitán Harlock y decidí hacer algo similar, pero en lugar de nombres e imágenes, aquí se trata de decir cosas.

Os propongo que compartamos fantasías que podamos tener con determinados actores o directores.

Si pudiéseis conocer a un actor gay de Hollywood, vivo o muerto, ¿cuál elegiríais? ¿Y un director? De hecho, si tuviéramos ocasión de salir a cenar con uno de esos iconos, ¿con quién os gustaría compartir dos platos y postre? Como siempre podéis explayaros, mezclar aspectos biográficos, fantasías, suposiciones, etc.

Se trata de "leer" personalidades del cine gay desde una perspectiva personal y lúdica.


Ian McKellen en Gods and Monsters. ¿Quién se atreve a decir que salir del armario destruye la carrera de uno?

Los resultados son más precisos si ponemos alguna restricción, así que, digamos lo siguiente:

a) No se trata simplemente de fantasear sobre cuerpos o polvos. Eso no es porque me haya dado un ataque de pudor (si os empeñais se puede hacer en otro momento), sino porque realmente no es algo que nos diga mucho sobre el cine. Y porque sería todo algo superficial: en un polvo se comparten algunas cosas, otras no. Y nos meteríamos en los requisitos de cada uno en la cama, lo cual es llegar un poco lejos. Y porque os echarán del restaurante. Además, imagino que todo el mundo diría Richard Gere y Brad Davis. ;-)

b) Se trata de buscar actores o actrices gays que, además de serlo, os parezcan interesantes como personas. Con quienes podáis compartir algo, con cuya compañía creáis que podéis pasar un rato interesante. Gente a quien admiréis por su trayectoria, por su personalidad. No sé. Gente a la que os gustaría conocer, vamos. Ya sé (por vuestros cuestionarios) que muchos diréis que si vais a cenar con alguien no os importa que sea gay o no, que tiene que ser persona… y todo esto está muy bien. Yo también preferiría cenar con Shirley MacLaine (de hecho sería la número uno en mi lista para cenar, para un viaje largo en tren, para lo que sea) o con Billy Wilder, pero el juego trata de ver qué vibraciones de actores o directores gays nos atraen y por qué.


El director Reiner Werner Fassbinder en la película La ley del más fuerte

A continuación una breve lista de actores gays o más o menos gays que podéis considerar (hay muchos más).

Atención: no todos en esta lista son exactamente gays y desde luego no todos los gays lo son del mismo modo:

Chicos:
William Haines, Ramón Novarro, Valentino, Cary Grant, Randolph Scott, Edward Everett Horton, Clifton Webb, Tyrone Power, Rock Hudson, Sal Mineo, James Dean, Montgomery Clift, Ian McKellen, Farley Granger, Tab Hunter, Rupert Everett, Tom Hulce, John Gielgud, Dirk Bogarde, Harvey Fierstein, Charles Busch, Raymond Burr, Nigel Hawthorne, Alan Bates, Danny Kaye, Charles Laughton, Anthony Perkins, Roddy McDowall, Eusebio Poncela.

Chicas:
Nazimova, Jean Arthur, Claudette Colbert, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Joan Crawford, Barbara Stanwyck, Agnes Moorhead, Marjorie Main, Hattie MacDaniel, Judith Anderson, Tallulah Bankhead, Lizabeth Scott, Madonna, Jodie Foster, Ellen DeGeneres, Kelly McGillis, Lily Tomlin, Anne Heche.

Directores:
Dorothy Arzner, Rose Troche, Donna Deitch, Marleen Gorris, Pratibha Parmar, Monika Treut, George Cukor, Mitchell Leisen, Edmund Goulding, James Whale, Vincent Minnelli, Nicholas Ray, Paul Morrissey, Andy Warhol, Todd Haynes, Gregg Araki, Bryan Singer, Bill Condon, Randal Kleiser, Colin Higgins, Gus Van Sant, Pedro Almodóvar, Ventura Pons, Eloy De la Iglesia, Alejandro Amenábar, Miguel Albaladejo, Juan de Orduña, Kenneth Anger, George Kuchar, Jean Cocteau, Francois Ozon, Andre Techiné, Jacques Demy, Terence Davis, Pier Paolo Pasolini, Luchino Visconti, Franco Zeffirelli, Rosa von Praunheim, Reiner W. Fassbinder, Wolfgang Petersen, Werner Schroeter, Derek Jarman, Jaime Humberto Hermosillo, George Kuchar, Joseph Losey, James Ivory, Friederich Murnau, Mauritz Stiller.

La verdad es que cuando uno lo piensa, se podría pasar buenos ratos con mucha gente en estas listas. Estamos en buena compañía.


Gael García Bernal en una película que Almodóvar calificó de

Mis elecciones: de actores muertos elegiría a Rock Hudson, porque tiene que haber sido un cielo: tipo bastante tratable, sereno, etc. Además indudablemente decorativo. Como su papel en Sólo el cielo lo sabe. Y me podría hablar de los años cincuenta, de películas de Douglas Sirk. Y porque tiene una masculinidad reposada y controlada que me seduce. De actores vivos, sin duda Ian McKellen, a quien me han presentado dos veces pero siempre me he quedado absolutamente mudo. Porque hay poca gente tan inteligente, porque ha tenido un carrerón, porque es ingenioso, gracioso y ha tenido el valor de salir del armario sin tapujos. Y de directores, tengo una cosa por Cukor, que al parecer era excelente compañía, y me encantaría compartir una cena con Murnau, porque tiene una sensibilidad en la que me gustaría escarbar, pero la verdad es que por entrevistas y por sus películas, de los vivos me encantaría pasar un tete a tete con Todd Haynes. Tendría que ser en Seattle, pero bueno. Y Almodóvar, claro, pero como es tan inaccesible y tan raro para la cosa gay que uno prefiere mantener sus fantasías en el terreno plausible. Sería más fácil lo de Rock Hudson, imagino.

Sorprendedme…

Julianne Moore y Dennis Quaid en Lejos del cielo, de Todd Haynes

A vueltas con los armarios (Reflexiones surgidas a partir de Open Secret, de David Ehrenstein)


Las fotos son de gente "en el armario" (no necesariamente por voluntad propia) y hay que darle al ratón para abrirlo ver quiénes son... :-)

Una frase del libro de David Ehrenstein Open Secret, que me parece muy provocadora, y ha de ser punto de partida de cualquier discusión sobre Hollywood y el armario:

“El armario en Hollywood no es tanto un mecanismo de auto-protección (para los homosexuales) como un sistema sustentado por la prensa para mantener en su lugar las convenciones mayoritarias sobre sexualidad”.

Es un argumento estimulante que yo creo que puede aplicarse en general al modo en que el armario actúa en los últimos años. Me encontraba preparando un texto sobre el “nuevo armario” para Zero, y un poco por casualidad volví al libro de Ehrenstein (que leí hace unos años y me interesó poco), encontrando reflexiones realmente interesantes.

Ehrenstein, un periodista, se refiere en su libro a toda una serie de polémicas en torno a Rock Hudson y James Dean, así como sus manifestaciones modernas con Ellen, Jodie Foster y Tom Cruise. Sus ejemplos nos resultan curiosamente familiares y siempre es fácil buscarles correlatos en cosas que pasan ahora ante nuestros ojos. Tanto cuando habla de los esfuerzos por convertir a Cary Grant en “heterosexual” como en los intentos por parte de los expertos por hacer de James Dean un “bisexual”, como si fuera un “mal menor” (hay gente que desea a (o se acuesta con) hombres y mujeres, pero carecen de identidad cultural fija: uno es homo o hetero. Puede ser las dos cosas, pero sigue siendo homo). O las reacciones de espectadores airados que “se negaban a saber los detalles de la vida privada de Ellen DeGeneres”. O de la mujer que apareció en el programa de Oprah declarando que “ella no iba por ahí exhibiendo su orientación sexual” (quizá porque su orientación sexual se asume como normal por defecto, señora).

¿Qué importancia tiene esto? Pues al menos dos vertientes. La primera es puramente histórica. Libros sobre iconos culturales como Grant se basan en una información falsa, quieren perpetuar un sueño que nunca fue realidad. Los intentos de ofuscación dificultan y deforman la posibilidad de llegar a la verdad. Mientras haya gente que de buena fe quiera “respetar” la privacidad de Grant, se seguirá escribiendo mucho sobre él que será falso. El historiador, homo o hetero, tendría que estar escandalizado, por motivos éticos y profesionales, ante los intentos de negar una parte de lo que sucedió. Pero la verdad es que pocos historiadores (casi ninguno hetero, pero el número de historiadores homosexuales interesados en buscar en nuestra historia en España es también curiosamente reducido). La segunda vertiente es política, pero no atañe exclusivamente a gays y lesbianas, sino que debería ser apropiada por cualquier progresista en nuestra cultura: si asumimos explícitamente que ser homosexual no tiene nada de malo, deberíamos fomentar una cultura en la que este rasgo circule de manera natural, sin escándalos pero sin secretismos. Y, al menos de momento, deberíamos fomentar una cultura en que los homosexuales tuvieran referentes positivos.

Pongo la situación en contexto. Hace casi diez años de todos aquellos debates sobre el “outing” (el libro de Ehrenstein es consecuencia de estos debates). Entonces, la conclusión más o menos unánime en este país nuestro era que, bueno, lo de salir del armario o no era al fin y al cabo una decisión personal y no se podía forzar a nadie. Se asumía que sacar a uno del armario a la fuerza era poco ético, porque podía afectar a su familia y su vida profesional. No digo que haya cambiado de opinión, pero las cosas han cambiado mucho en diez años y me pregunto si no sería el momento de volver a plantear el debate ahora con una comunidad gay más madura y con una situación social más favorable. Después de todo, si de algo podemos servir quienes escribimos sobre estas cuestiones es para plantear estas cosas.

En los debates sobre el outing, me parece importante destacar que la homosexualidad no es el peor rasgo que se le puede atribuir a nadie. Tampoco tendría que ser dañino en una sociedad que, se nos dice machaconamente, es tolerante. Si no lo es, probablemente habrá que hacer algo al respecto: después de todo ya no nos meten en la cárcel por ser gays y tenemos todo el derecho a buscar amparo en la ley ante cualquier tropelía. Y a pesar de todo revelar la homosexualidad sigue siendo mucho más problemático que revelar cualquier otra adscripción cultural de un individuo. Y de verdad me pregunto por qué. Ehrenstein cuenta cómo en Estados Unidos se pueden dar todo tipo de datos sobre una persona (nacionalidad, raza, religión) pero su identidad sexual sigue requiriendo autorización explícita.

Lo que sucede últimamente es que uno tropieza con armarios que ni siquiera sabe que existen. El armario ha dejado de tener sentido cultural profundo y parece cuestión de capricho. Muchos famosos están parcialmente en el armario. Lo cual está muy bien (parcialmente). Pero luego no lo están realmente porque uno los ve en situaciones en que asume que son gays. Sólo que uno realmente no puede “asumir” estas cosas. Es un juego de ofuscación que cada vez resulta menos gracioso y que sólo contribuye a reforzar la idea de que la homosexualidad es un secreto.

La propuesta es que quizá deberíamos dejar de considerar el armario como el centro de la identidad homosexual, quizá deberíamos comportarnos como si no existiera. Si sabemos que alguien es gay y viene a cuento deberíamos ser capaces de saltarnos el problema del armario y comportarnos con naturalidad. No estamos revelando nada “privado”. Al menos nada más privado que ser fan de Juan Pablo II o pertenecer a las juventudes del PP, cosas en mi opinión más problemáticas que pueden difundirse sin tapujos.

Vuelvo a la frase de Ehrenstein: el armario es parte de una conspiración para silenciar e invisibilizar a los homosexuales. Se promete al armarizado tranquilidad, pero en realidad se le obliga a vivir en la mala fe. El armario resulta opresivo para los homosexuales, no liberador. Es verdad que en general la gente tiene derecho a estar dentro o fuera del armario si les place. Pero no perdamos de vista la prioridad: hay que hacer todo lo posible para que el armario pierda centralidad, y tenemos que perderle el respeto como institución que convierte la homosexualidad en una especie de secreto a voces.

No sé realmente si la gente tiene “derecho” a armarizarse a voluntad. Es algo que requiere debate. Pero sospecho que hacer hincapié en el derecho al armario es algo parecido (salvando todas las distancias) a basar el debate sobre violencia de género en el derecho que las mujeres tienen a no denunciar a sus maltratadores para evitar ulteriores complicaciones. Por descontado las mujeres tienen ese derecho. Pero el derecho que hay que fomentar es el de hablar, el de hacer la cuestión pública: la prioridad tiene que ser, y esto no se conseguirá, como sabemos, con el silencio, acabar para siempre con la violencia de género. O el armario

jueves, noviembre 23, 2006

Post sobre Top Gun...


Bueno, como veo que generaba cierto interés, he desempolvado (no sé si es la expresión más adecuada en esta coyuntura) un comentario sobre Top Gun y lo he colgado en mi diario de películas que está en:

http://peliculasgays.blogspot.com/

(en el cambio al Blogger Beta se me borraron todos los links, tendré que volver a colgarlos...)

miércoles, noviembre 22, 2006

Mi viaje a Nueva York

En el Chicago Art Institue con mi cuadro favorito

Aunque no está directamente relacionado con el tema del blog, qué demonios, os voy a contar cosas de mi tournée por los USA. En realidad contar viajes es lo que la gente hace en los blogs normales…

Estuve en las cataratas del Niágara, tras las huellas de Marilyn. Para ambientarme, volví a ver la película en mi Media Player la noche anterior. Aunque la presencia de la Monroe es magnética, su personaje no me convence. Debería ser una mujer fatal (después de todo es una adúltera que planea acabar con su marido, que es un trozo de pan, pobre Joseph Cotten), pero en parte por su limitada gama interpretativa (al menos en este momento de su carrera, y yo creo que luego, pero sé que algunos fans lo negarían) y en parte por problemas de construcción del personaje (una mujer fatal ha de tener un elemento cabrón y no pueden resistir añadir un elemento de patetismo que se sale de eso), el film no acaba de funcionar. La protagonista, realmente, es Jean Peters, una actriz y un personaje que nos interesan pocos.

Por otra parte, es una estupenda introducción a las cataratas y sus aledaños. Es curioso cómo la estructura de la película sigue las atracciones de las cataratas del Niágara. De hecho, supongo que fue pensada para promocionar el lugar, aunque de paso puso en marcha la carrera de Marilyn Monroe. La película se desarrolla en el lado canadiense por un buen motivo: todo es mejor allí (la vista, la comida, el café, atracciones). Me sorprendió que hubiera cambiado tan poco desde 1952. Hay que ver. La naturaleza hace una obra maestra y los humanos la estropean poniendo a su alrededor dos de las ciudades más feas del mundo. La Niágara Falls USA es especialmente zarrapastrosa, y cierra en temporada baja. No os digo más que tuve que cruzar a Canadá para tomar café y un sandwich comme il faut. Fue un alivio ver un Starbucks al otro lado del puente.

Nueva York sigue siendo una obra maestra de ciudad. No hay otra así. Antes había estado en Chicago con Joan, y Chicago impresiona un montón. Pero hay una falta de vida que resulta insatisfactoria. Chicago es una ciudad creada por el dinero y los negocios, los rascacielos son falos, millonarios y empresas que exhiben sus atributos, "mira lo que somos capaz de hacer", los rascacielos son pollones enormes pero un tanto de pacotilla. El resultado tiene innegable belleza, y a ratos incluso elegancia. Esto también sucede en Nueva York, pero también hay mucho más. Nueva York es sucia, ruidosa, confusa, mal organizada, la gente es maleducada, rebosa de mal gusto, los precios son un timo (comer no es caro, pero intenta tomar un buen café y una magdalena y eso te cuesta una fortuna), todo lo que queráis. Pero Nueva York, además de poder y dinero, exhibe las llagas de generaciones que han ido a vivir allí con ilusiones, exhibe sueños rotos, esperanzas cumplidas o no. Es también más variada. Es cierto que hay horrores como la Trump Tower (a no ser que os guste ese tipo de cosas…), pero también hay zonas que son búnkeres de elegancia e intelectualidad. En Nueva York se ve la cultura gay (cosa que en Chicago uno tiene que adivinar). Por no hablar de las huellas que ha ido dejando en el cinéfilo. Uno está en Nueva York y no puede evitar pensar en El apartamento, Street Scene, La tentación vive arriba, Manhattan, Hannah y sus hermanas, Sweet Charity, Un día en Nueva York, New York New York, Tú y Yo, Angels in America, Friends, Annie Hall, Torch Song Trilogy, After Hours, Taxi Driver, The Age of Innocence, aquella de Cher en el Met, Ricas y Famosas, West Side Story y por supuesto todas las de Broadway. En cuanto a Chicago, The Break Up, My Best Friend´s Wedding, In Old Chicago... y poco más que me venga a la cabeza así de pronto.

Esta visita tuvo un elemento melancólico: en algunos sentidos es como el fin de una era. Tower Records está cerrando. La ventaja es que se estaban desprendiendo del stock a precios baratísimos, e hice una escabechina comprando cosas (¡Encontré Mares de China por unos diez euros!). Pero nos quedamos sin Tower Records y en manos de Virgin, que siempre ha sido una tienda menos interesante (pero tiene el imperio Branson como apoyo). La de horas que he pasado husmeando por las interminables estanterías, a la caza de un musical o un disco de Andrea Marcovicci. Pues se acabó. Supongo que siempre nos quedará Amazon. Dicen que es por el tema de las descargas ilegales. Fantástico, cuando una empresa funciona mal, enseguida se echa la culpa a la clientela que parece poco dispuesta a pagar precios exorbitantes por un producto tan barato de producir como un DVD o un CD. No nos engañemos. Llega el momento en que no se puede vender Mares de China por 20 dólares. No tiene sentido. Y que no me vengan con derechos de autor. Como autor, por supuesto creo que la legislación debe cumplirse, pero hay que tener en cuenta que en el caso de las películas clásicas, una cantidad insignificante o nula llega a los creadores o sus herederos. No creo que nada llegue a los herederos de Jean Harlow, Tay Garnett, Roz Russell o Clark Gable, que total estaban contratados por MGM y por lo tanto no tenían derechos de autor. No nos engañemos: el dinero va a empresas especializadas en hacer más dinero. No es que tenga un ataque de rojeras, soy tan consumista como el que más, pero si el grado de avaricia de las empresas sobrepasa la voluntad de compra (o el poder adquisitivo) del comprador sin motivo alguno, al menos que no echen la culpa a la piratería o las descargas ilegales (A ver ¿cuánta gente se ha descargado Mares de China? Es más, ¿Cuántos de esos la habrían comprado? Y casi ninguno la habría comprado a veinte dólares…). La culpa es de su avaricia, de su incompetencia como administradores, de no haber sabido proponer precios competitivos. Yo prefiero que Tower Records exista, lo echaré de menos. Pero una parte de mí se alegra de que su política de precios les haya llevado al descalabro. Y no hablemos del desastre que están haciendo con los formatos de Alta definición, porque me sienta fatal cabrearme. ¿Cómo se puede ser tan incompetente?

Más malas noticias (y en este caso la piratería no tiene nada que ver): la tienda de libros de cine y teatro Applause, en la calle 71 ha cerrado (¡Y ha sido sustituida por una manicura!) y Footlight Records, la legendaria tienda dedicada al teatro musical también ha desaparecido. Supongo que podría pasarme horas hablando de las maravillas que encontré especialmente en Applause, la cantidad de libros de teatro viejos que tenían, incluyendo guiones de Hollywood y libretos de musicales. Pero lo dejaré para otro momento. Como digo, no es problema de piratería: los libros de esta tienda no pueden ser pirateados, no existen en otro sitio. Yo lo veo más como la desaparición de una cultura. Applause no tenía competencia. Pero dejó de ser rentable.

Uno de los momentos culminantes fue mi visita al "piano bar" Marie's Crisis. Está cerca de Christopher Street y es uno de mis lugares preferidos del universo. Cada noche un pianista se pone a tocar medleys de canciones de Broadway... ¡y todo el bar se une cantando! A mí lo que me alucina es que haya tanta gente en el mundo que se sepa las letras de South Pacific. Éramos cerca de los cien. Y todos con un entusisamo al cantar aquello de "I'm Gonna Wash that man way outta my hair" que no veas. Resulta increíble. Y todo un ejemplo de cultura gay, ya que estamos. Me jarté de cantar y espero que no sea la última vez.

También fui a ver musicales, pero dado que ya he colgado algo sobre el tema, lo aplazo. De hecho, voy a parar aquí, porque me esperan los dos últimos capítulos de la segunda temporada de Lost. Para ser una isla desierta hay más tráfico que en la M 30 a las ocho de la mañana. Y más gente de paseo que en las Ramblas un sábado. Pero qué suspense...

No sé si tenéis peticiones de temas. Ha quedado cubierto astante terreno del libro, pero por supuesto podemos volver sobre cosas que hayan quedado pendientes en discusiones anteriores

Un saludo

Entrevistas en Barcelona...


Estoy realizando entrevistas en Barcelona entre ahora y finales de diciembre.

En los cuestionarios que me habéis devuelto, algunos amablemente incluís vuestro email para que os pueda contactar. Me gustaría localizar a gente que esté en Barcelona y estoy especialmente interesado en gente nacida antes de 1960 (por razones de equilibrio: hay pocos que hayan contestado el cuestionario en esa franja de edad. Estaría bien conocer experiencias de gente mayor de cuarenta)

Por cierto, si hacéis click en el cuadro negro (así es como me sube las imágenes blogger ahora) veréis un fotograma de una película. Parece gay pero no es. ¿Adivináis cuál es? :-)

Un saludo

Presentación Archivos de la Filmoteca. Jueves 23 noviembre. Saló del Llibre, Barcelona

Mañana jueves 23 de noviembre presentaremos el número especial de la revista Archivos de la Filmoteca sobre "La mirada homosexual" en el Saló del Llibre de Barcelona, de 5 a 6 de la tarde, en el Café de les lletres, Palau numero 1 Montjuic.

Contaremos con la amable participación del director Ventura Pons.

Espero veros ahí a los que podáis asistir

sábado, noviembre 18, 2006

En defensa de los musicales como cultura gay...

Hay ciertos géneros que estereotípicamente se asocian con los homosexuales. Entre ellos destacan los musicales y los melodramas de mujeres. Y como los estereotipos suelen limitar la percepción que nuestra sociedad tiene de lo que significa ser homosexual, pues mucho s de vosotros rechazáis, a veces con desmedido énfasis tal asociación. A la asociación entre gays y musicales, por ejemplo, la respuesta más común es “pues yo soy gay y los musicales me parecen estúpidos”. Esto yo lo traduzco como “el hecho de que sea homosexual no quiere decir que tenga que pertenecer a ninguna categorización sencilla”, y tenéis más razón que un santo. Hay homosexuales del PP (S.F., de la villa y corte, pongo s ólo las iniciales porque no sé si está fuera del armario, a veces estas cosas son difíciles de distinguir, cuando uno se encuentra en su presencia automáticamente asume que es IMPOSIBLE que lo suyo sea secreto), hay homosexuales a quienes gusta el fútbol (Eduardo Mendicutti) y, en general hay homosexuales de todo tipo. Pero el desprecio generalizado por ciertos bastiones de la cultura gay cinéfila, que es signo de identidad de esta generación (después de todo cada generación se define frente a y contra las anteriores) es un poquillo exagerado. A mí no me va la persecución contumaz de efebos helénicos, pero lo considero parte central de la cultura gay internacional.

Otra cosa, mucho más complicada, es explicar la relación histórica entre estos géneros y los gays. Lo del melodrama si os parece bien lo dejamos para otro momento. En lo de los musicales hay que empezar hablando de una tradición que se desarrolla desde la propia producción. Entre quienes se han dedicado a “hacer” musicales (gente que ha escrito música, letras, libretos, coreógrafos, decoradores, figurinistas, estrellas, directores de escena) el número de homosexuales brillantes es muy superior al de otros campos artísticos. Para Mann, en Behind the Scenes, esto se debe a que un homosexual podía sentirse mucho más cómodo en determinados departamentos de los grandes estudios que en otros. Dado que, por ejemplo, en la Unidad Freed de la Metro durante los cincuenta, la presencia de homosexuales en diversos grados de armarización era aplastante, es normal que otros acudieran allí o fueran contratados por los jefes. Así, una imagen estereotípica (los homosexuales se ven como más dotados para la frivolidad de un musical que para los westerns) acaban convirtiéndose en una realidad.

Pero hay también intentos de explicar que la relación entre nuestra situación y los musicales es mucho más profunda. Ya Richard Dyer, hablando de un tema similar, decía algo así como “it´s very us”, que me parece un resumen perfecto de la situación. Tanto Brett Farmer, en Spectacular Passions, como Alexander Doty en Flaming Classics justifican la cultura camp como expresión lógica de la situación del homosexual en la sociedad homófoba. Y esto no tiene por qué resultarnos incómodo. Ya sé que os preocupa la estereotipación, pero la solución contra el estereotipo no ha de pasar por negar nuestra cultura.


Una cosa que me parece interesante es cuántos ejemplos, sobre todo en Broadway, están protagonizados por un personaje de una originalidad irreprimible, que a veces le resulta problemática, pero que acaba “saliendo del armario” o expresando ruidosamente esa diferencia. El efecto es liberador.

Habría así toda una serie de rimas entre la estética que se manifiesta en los musicales y la experiencia gay, entre ese contraste tan interesante entre historia “en prosa” y explosión coreográfica. El musical interrumpe una narrativa para porrumpir en un momento de expansión, algo que supongo que nos recuerda a la necesidad que teníamos de expresión quienes crecimos en las garras del gris heterosexismo. El escapismo es parte sustancial de la estructura del género. Por no hablar del énfasis en la estética, el color, los decorados, o de los cuerpos en movimiento de los bailarines o el desarrollo de una mirada de placer voyeurista que no tiene nada que ver con la narrativa.

Como siempre, puedo apoyar esto con una experiencia biográfica, aunque, esta vez sí, me consta que muchos compartís actitudes similares. Menos mal. No me gustaría ser el único homosexual que queda con estas veleidades. Lo cierto es que para mí, salir del armario como amante de los musicales ha sido paralelo a salir del armario como gay. A pesar de que recuerdo que me gustan los musicales incluso desde antes de ser consciente de cualquier tipo de sexualidad (tengo recuerdos de ir a ver musicales de Conchita Velasco a los seis años), lo cierto es que con la adolescencia ese gusto se fue armarizando porque no estaba bien visto. De adolescente no expresaba ese gusto para que nadie “pensase” que era gay. Lo interesante de esto es que al final se trata de aceptar placeres que no están muy bien vistos en mi entorno. Los musicales y el sexo con tíos. Dado que en la vida uno ha de entregarse a tantos placeres como sea posible, por qué negarse algunos de ellos simplemente porque están mal vistos. Descubrir el gusto por los musicales puede ser parte de encontrarse a uno mismo.


Así, de verdad creo que si a los gays nos gustan los musicales no es por un defecto de gusto, es porque nos lo podemos permitir, es nuestro privilegio: una vez hemos decidido enfrentarnos al orden heterosexista no cuesta nada dar un paso más y aprender a disfrutar las películas que ponen nerviosos a los machos heteros. Hay una canción de La Cage aux Folles (que Gloria Gaynor convirtió en éxito dicotequero) que dice algo así: “And so what if I like each feather and each spangle… why not try to see things from a different angle” (“Y qué si me gustan las plumas y las lentejuelas, por qué no tratar de ver la vida desde una perspectiva distinta…”). Pues eso.

¿Alguna experiencia con musicales? ¿Algún musical que tenga un lugar especial en vuestro corazón?

Cosas como El pirata, Camelot, Las chicas de Harvey, Noches en la ciudad, Una cara con ángel, Grease, South Pacific, Desfile de Pascua, Rocky Horror Picture Show, La calle 42, Cabaret, El mago de Oz, Ha nacido una estrella, Que no pare la música. O Sondheim.

miércoles, noviembre 15, 2006

Gays en Hollywood (sobre el libro Behind the Screen)

(Algo ha cambiado en Blogspot y subir fotos se convierte en una pesadilla. En fin, he logrado algo. Ahora el texto y el origen puede verse si ponéis el ratón sobre la foto)

Dietrich y Cooper en Marruecos. Por supuesto Cooper NO era exactamente gay, pero si se lo hizo con el tipo aquel... siempre podemos soñar
Este post se relaciona con la segunda parte de mi libro, que hablará de la presencia de gays en la industria del cine y cómo eso influye en las historias que se cuentan o en la estética (incluyendo la posibilidad de una siempre escurridiza “estética gay”)
Charles Laughton, Claudette Colbert y un efebo desconocido en El signo de la cruz
Mi propuesta, más abajo, de un juego para demostrar que “todo el cine gay” no ha tenido mucho éxito, pero abundo en ello ahora. En realidad se trataba de estimularos a visibilizar la presencia de temas y personas gays en el cine para comprender mejor en qué consiste la experiencia gay del cine. O sea, al hacer concreta una presencia que la historia suele silenciar vemos mejor “nuestra” relación con las películas. Es una idea.

Pero incluso cuando nos fijamos un poco y nos percatamos de que en el cine había muchos más gays de lo que pensábamos y que su experiencia se encuentra perfectamente codificada en las películas, surge la cuestión (que algunos insinuais en vuestros posts) de si esto tiene relevancia, si el conocer la presencia de gays en Hollywood (por ejemplo) tiene algo que ver con “nuestro” disfrute de determinadas películas. En algún cuestionario respondéis tajantemente que NO, que la vida de los directores o actores no os afecta para nada. Como siempre, la respuesta es matizable y a continuación apunto algunas ideas que me están surgiendo de la lectura de dos libros de William J. Mann: Wisecracker (una biografia del actor abiertamente gay Bill Haines, una de las estrellas más populares de finales de los años veinte) y Behind the Screen. De manera rigurosa y provocadora, ambos visibilizan la presencia de homosexuales en Hollywood. Para evitar la superposición de paradigmas, me refiero aquí a un periodo entre finales de los veinte y mediados de los treinta.La maravillosa Marie Dressler en Cena a las ocho
Behind the Screen es un libro revolucionario: indaga como nunca se había hecho sobre el impacto de los homosexuales y la cultura gay (en diversos grados de armarización) en Hollywood. Ya me gustaría a mí que se hicieran estudios similares en Europa o incluso en España, pero habrá que esperar. De momento, el autor William J. Mann nos da toda una serie de pistas sobre la importancia de tal investigación, el modo en que puede cambiar nuestra perspectiva y cómo habría que hacerla. Lo que sigue se basa en la lectura del libro. Por supuesto, el libro es más rico de lo que mis reflexiones sugieren.
Franklin Pangborn, mariquita profesional, en Un marido rico
1. La presencia gay en el Hollywood clásico, post clásico y actual es mucho mayor de lo que las historias culturales de la meca del cine sugieren. Por supuesto las historias tienden a silenciar el tema del género como si fuera irrelevante. En mi opinión, el género y sus rituales constituyen una parte central de nuestra cultura, y por lo tanto la homosexualidad es parte integrante del fenómeno. Idealmente tendría que aparecer integrada en cualquier historia del cine, pero dado el pudor o la reticencia de los especialistas a entrar en este terreno, seguimos encontrándonos con que hay que estudiarla por separado. Sería ideal que un día la historia gay fuera simplemente una parte de la historia que no requiriese estudios especializados .Edward Everett Horton, otro mariquita profesional, aquí en una de las mejores comedias de la historia en el cine, Un ladrón en la alcoba, de Lubitsch
2. Hay rumores sobre casi cualquier estrella de importancia (excepciones notables serían John Wayne o Loretta Young). De Gary Cooper o Spencer Tracy o Burt Lancaster o por supuesto Cary Grant a Barbara Stanwyck, Janet Gaynor, Joan Crawford o la siempre fantástica Jean Arthur. Sin duda, los rumores que apunta Mann no están en todos los casos bien fundamentados, puede que en algún caso se haya equivocado. Pero esto no me importa, porque también sé que hay muchos casos de los que no sabemos nada. El estatus de los rumores es, por su propia naturaleza, incierto. Pero la rumorología es clave (especialmente si está tan bien fundamentada como en este libro) para empezar a llenar los silencios de la “historia oficial” en torno a la homosexualidad. Es decir, hay “menos” homosexuales de los que Mann apunta, pero también hay “más”.

3. Hay que pensar que las realidades eran distintas, que el armario tenía otros contornos, que la diferencia entre homo y hetero se conceptualizaba de manera distinta. Gary Cooper fue, quien lo duda, hetero según nuestros parámetros, pero la historia que cuenta Mann sugiere algo mucho más fascinante: que antes de los años cuarenta las fronteras entre “homo” y “hetero” eran mucho más fluidas que ahora, que un hetero podía tener una novia (en este caso Lupe Vélez) y una amistad emocional, incluso física con otro hombre, sin que eso significase un cambio de categoría.
Charles Laughton como un Nerón muy mariquita en El signo de la cruz
4. Una película maravillosa (pero aparentemente nada gay) como Medianoche, de Leisen está co-escrita por un gay armarizado (Charles Brackett, co-guionista habitual de Billy Wilder hasta 1950), protagonizada por una lesbiana (Claudette Colbert, la auténtica reina de la comedia hollywoodiense entre los treinta y los cuarenta), dirigida por un homosexual (Mitchell Leisen). Y en su reparto está Rex O’Malley, también gay. Esto es sólo lo que sabemos. No es posible saber, a priori, hasta qué punto las experiencias de todos ellos tienen alguna relevancia en el encanto particular de esta película. ¿Es Billy Wilder diferente cuando escribe con IAL Diamond (presuntamente hetero)? ¿Tiene algo que ver la fascinación que los amantes de la comedia tenemos por Claudette Colbert con el hecho de que no sea una mujer convencional (y, sí, se puede ser poco convencional en muchos sentidos, pero hay que reconocer que la orientación sexual es uno de ellos)? No tengo respuestas, pero creo que si visibilizásemos la presencia gay, nuestro análisis de la película también cambiaría. Entenderíamos mejor la dinámica de la narrativa de Hollywood, también la dinámica cultural de la homosexualidad. Otro caso. El filo de la navaja: Director gay (Edmund Goulding), actores gays (Tyrone Power, Clifton Webb), basada en la novela de un autor gay (Somerset Maugham).

5. Una teoría que he incluido varias veces en este post: hay películas que no tienen nada explícito de gays, pero que de alguna manera gustan a los gays, pues bien, cuando uno indaga vemos que EFECTIVAMENTE sí tienen relaciones con la cultura gay. Un ejemplo que Mann desarrolla es el musical. ¿Sería concebible que el musical de Hollywood (variedad MGM) fuera obra de heterosexuales? John Ford, John Huston o King Vidor no se sienten atraídos por el género. Charles Walters, Minnelli o Cukor (homosexuales o afeminados los tres) sí. Y cuando uno lo piensa, no se trata simplemente de que los espectadores gays se hayan apropiado del género. Es que el género ES gay desde sus creadores. En la legendaria Unidad Freed de la Metro todos los creadores con la notable excepción del propio Freed eran gays o amigos de los gays (o amigos de Judy Garland, que viene a ser lo mismo). Esto se extiende a algunos actores especializados en hacer de mariquitas: las interpretaciones de Franklin Pangborn o el estupendo Edward Everett Horton olían a gay, pues bien, resulta que ambos eran gays. Esto no debería sorprendernos. O sí.
Claudette Colbert se toma un baño de leche en El signo de la cruz
6. Mujeres: para triunfar en el mundo del cine hacía falta ambición y en muchos casos dejar de lado los convencionalismos. Efectivamente las mujeres heterosexuales pueden ser ambiciosas. Pero una mujer creativa, independiente, que no se integre en los patrones opresivos del género, tiene más posibilidades de triunfar, y es posible que esta personalidad se refleje en el estrellato. Esto hace que el número de mujeres con mentalidades abiertas dispuestas a dejar atrás los lastres del heterosexismo fuera bastante considerable: Dorothy Arzner, Zoe Akins, Constance Bennet, Dietrich, Garbo, Billie Burke (el hada Glinda de El mago de Oz), Marie Dressler (Cukor, Dressler y Burke son tres factores gays de Cena a las ocho), Hattie MacDaniel (la de Lo que el viento se llevó) y otras muchas tuvieron relaciones fuertes con mujeres.

7. Hay directores que emplean las “vibraciones” gays de actores como Farley Granger, Sal Mineo o Monty Clift y las integran en su narrativa. Se trata de un fenómeno obvio que se ha estudiado demasiado poco. Pero para hacerlo es necesaria cierta operación de “outing” que la crítica ha considerado frívola o poco ética.

8. Es difícil hablar de “estilo” gay, ya que directores gays y heteros estaban sometidos a un sistema de representación determinado. Pero hay diferencias sutiles en la planificación de gente como Cukor o Goulding, por una parte, y Ford o Hawks por otra. En cualquier caso, según esta regla de tres, uno afirmaría que Sternberg era gay, y no hay ni siquiera rumores.

En fin, si tenéis algún comentario sobre creadores gays o sobre la relación entre creadores gays y cine, pues adelante.

jueves, noviembre 02, 2006

Más listas: Una selección totalmente visceral...

No me digáis que Rocky Horror no os inspira ternura en esta foto. Es, por supuesto, de Rocky Horror Picture Show

En un post anterior sobre películas significativas todos tratabais de infiltrar en la lista algunas de vuestras películas preferidas. Esto era hacer trampa. Me habéis dejado con las ganas de hacer lo mismo, pero, claro, no iba a romper mis propias reglas. Pero es lo bueno que tiene llevar un blog. Siempre se puede hacer un post nuevo. Así que estas son mis películas gays preferidas. ¿No queríais elecciones personales? Pues aquí están.


No atiendo a otro criterio que el "me gusta/no me gusta". No son las que explicaría en una clase, pero....

El paraíso: mi personaje gay preferido, interpretado por uno de mis actores preferidos que es también uno de mis gays preferidos: Ian McKellen como James Whale en Dioses y monstruos

Son películas elegidas más de corazón que de cabeza. Asi que algún ejemplo es embarazoso o poco digno Es decir, películas que “me gustan”, no películas que considere buenas. A veces el corazón no atiende a razones, qué le vamos a hacer. De ser así, habría tenido una vida mucho más tranquila emocionalmente y no me habría metido en ciertos berenjenales que prefiero no recordar. Pero divago.

A todos nos gusta pensar que nos gustan las “buenas” películas. A mí, con las películas que me gustan, no me importa si son “buenas” o no. Lo de buenas es cosa de la cabeza, la técnica y los críticos. Aquí hablo de otras cosas. Así no pienso hacer un solo gesto por defender nada de esta lista. Excepto la de Sirk, que es una obra maestra indudable.

Aquí están mis elecciones algo caprichosas:


Una imagen de Beefcake, una de mis películas gays recientes preferidas. Porque visibiliza nuestra historia, es divertida, salen musculitos y está ambientada en Hollywood

Sólo el cielo lo sabe, de Douglas Sirk
Igual no os parece nada gay, pero es probablemente la película que mejor entiendo. Me dice algo cada plano, cada gesto. Siguiendo el juego que proponía hace un par de posts (Véase “¿Qué tiene de gay…?”) es gay por Rock Hudson y sus camisas de cuadros, porque el productor Ross Hunter era gay y porque Todd Haynes y Fassbinder la han homenajeado en versiones idiosincráticas de esta espléndida película. A ver, si nos gusta a tanta gente gay, por algo será, por algo será... De alguna manera refleja mejor mi experiencia como hombre gay, mis sentimientos, mi conflicto con el medio, incluso mi imaginería erótica que la película de Ang Lee. Sé que cosas como esta hacen arrugar la nariz a algunos de vosotros, pero qué le voy a hacer...

Ricas y famosas, de George Cukor
Porque creo que el material y el punto de vista es muy gay. No consigo encontrar más cosas del guionista, pero para mí que era gay. Y porque me va el rollo escritora. Y porque me va Nueva York. Y porque tenía yo algo por Hart Bochner en aquel momento (que se estropeó cuando salió en La jungla de cristal). Y porque llegó en un momento de mi vida en que yo era muy impresionable y acabé viviendo las mismas historias que la protagonista. La vida imita al arte después de todo.

Trick, de Jim Fall:
Una de mis películas preferidas dentro del cine claramente gay. No sé por qué me llega con tanta inmediatez. El contexto del teatro musical (el personaje del protagonista parece escrito por alguien que me conoce…). Nueva York como mi ciudad soñada. Ese hombre que es una fantasía. Y el hecho de que yo me vi una vez en una situación similar. Pero acabó de otro modo. Cuando digo que las películas hablan de nosotros, pienso bastante en esta.

Una imagen de ¡Que no pare la música!, película armarizada pero estupenda si te gustan los musicales

Rocky Horror Picture Show, de Jim Sharman

Porque acostumbrado a versiones sentimentales o melodramáticas de la homosexualidad en cine, aquí había una celebración de la carne, números musicales, un encantador monstruo (toucha, toucha, toucha, touch me!) y una historia muy camp llena de citas cinéfilas.

Ma vie en rose, de Alain Berliner
Pocas películas han reflejado tan bien cómo me sentía de crío por dentro. Ahora me arrepiento de no haber hecho lo que Ludovic hace en esta película. A mí me llevó más tiempo decidirme. Pero ver esta película siempre me produce un sentimiento de liberación.

Sólo se puede votar cinco. Lo acabo de decidir. De poder elegir más, ahí estarían Mujeres, Shanghai Express, Scarlet Empress, Picnic, Los caballeros las prefieren rubias, Esplendor en la hierba, El pirata, Sweet Charity, Querelle, Trilogía de Nueva York, El mago de Oz, Cabaret, Sonrisas y lágrimas, Funny Face, Pedro y el dragón Eliott, West Side Story, La boda de mi mejor amigo, Beefcake, Lo opuesto al sexo, La bruja novata, Mary Poppins, Hercules, Eva al desnudo, Brokeback Mountain, La mala educación, La flor de mi secreto, El crepúsculo de los dioses, Dioses y monstruos, Que no pare la música, Victor Victoria y todas esas películas que me han dicho que mis sentimientos y emociones estaban bien, que no eran nada de qué avergonzarse y que había todo un mundo más allá del pueblo en que podía compatirlas, donde habría “gente como yo”. Que quienes se equivocaban eran “ellos”.


Como veis pocas películas con adolescentes, pocas sobre “el despertar de la sexualidad”. Sé que son temas históricamente importantes, incluso centrales, pero no me van nada, nada, nada…

En fin, algunos lo habéis hecho ya en el post equivocado, pero aquí sí hay una invitación para que hagáis una selección visceral. Que no necesariamente “buena”.

Nos vemos cuando regrese y entonces hablaremos de “buen” cine.

Momentos que nos hacen sentir gays... (o usos del cine para un gay)

Hacemos listas, buscamos en la historia, debatimos, nos enfadamos, protestamos, compartimos, pero en definitiva poco se habla de los momentos en el cine que nos hacen realmente sentirnos gays. Al hacerlo nos damos cuenta de que ser gay es una cosa mucho más compleja que “simplemente acostarse con alguien del propio sexo de uno”, opinión muy respetable, pero excesivamente simplista.

Algunos de mis “momentos gays”, todos reales, aunque las fechas son aproximadas


En Disneylandia. Como siempre

1. 1980. Veo por primera vez Esplendor en la hierba por la tele. Trato de comunicar lo que siento a mis compañeros de instituto. Que se ríen de mí. Decido que tengo que cambiar de amigos.

2. 1982 En Ricas y famosas, Jacqueline Bisset, como Liz Hamilton, se lleva un chapero que ha encontrado en la Quinta Avenida a su cuarto y le contempla mientras se desnuda (¿era el personaje o era Cukor quien miraba?)

3. 1983 Un poco por morbo voy a ver Querelle en los cines Martí de Valencia. El subidón me duró semanas. Pero, la verdad, me asustó un poco. Y no entendí gran cosa.

4. 1985. Veo The Rocky Horror Picture Show. En Valencia, cine Aula 7. Me quedo alucinado ante tanta carne y me doy cuenta de que ser gay también puede ser divertido: no todo va a ser melodrama y marginalidad. Salgo del cine flotando.

5. 1986 Llevo a unos amigos ingleses en Valencia a ver La ley del deseo en el cine Goya. Insisto que Almodóvar no es gay, es simplemente “moderno”. NADIE, NUNCA ha estado tan armarizado como yo estuve aquella noche. Salí del armario explosivamente a los pocos días. Hay momentos en que uno se da cuenta de que no se puede llegar más bajo.

6. 1988. En el cine Everyman de Londres (cercano al Westfield College, donde estuve para mi Erasmus) proyectan Calamity Jane (Doris Day en el oeste). Veo a un chico al cual tenía echado el ojo en el colegio pero no sabia si era gay o no. Por el entusiasmo con que corea la canción “A Woman´s Touch” (va con una amiga) se me despejan las dudas. Nos saludamos.



J.P. Pitoc en Trick, una de las películas gays que más me ha llegado...

7. 1989. Sesión de El ángel azul, con la Dietrich, en la obra cultural de La Caja de Ahorros de Valencia (hoy Bancaixa). Un chico se sienta detrás y se pasa la sesión casi respirándome en la oreja. Acabó siendo mi novio durante, cielos, diez años. No he revisitado la película desde entonces. No sea que. (Y nos hablamos por primera vez en una sesión Eva al desnudo, en la Filmoteca, aunque esa si la vi muchas veces más).

8. 1993 En un cine de Nueva York, al final de Mujeres, de Cukor, toda la sala corea “JUNGLE RED”

9. Hacia 1995 veo West Side Story por primera vez consciente de que sus responsables (Bernstein, Laurents, Sondheim, Robbins y el protagonista del original de Broadway Larry Kert) eran todos gays. Y me siento orgulloso de ser gay.

10. 1998 En la primera sesión que se hizo de la versión “canta con nosotros” de Sonrisas y lágrimas (Londres, National Film Theatre), en el momento en que Julie Andrews se pregunta cómo va a hacer para llevarse a los insoportables críos a retozar por el monte, el cine en pleno grita: “¡¡¡LAS CORTINAS!!!”. Me supe entonces bien acompañado.

11. 1999. Voy con muchos amigos gays (incluyendo a quien en pocos días se convertiría en mi ex) a ver Segunda piel en los cines Martí. Salimos indignados “como gays”. Entramos con mucha ilusión, y nuestra decepción es colectiva.

12. En la película Trick, el protagonista, compositor de teatro musical que trata de ligarse a un mazas que trabaja como stripper, declara que “A él no le gusta Gypsy”. Mentira, mentira, mentira. Ay, cómo es posible que algunas películas nos conozcan también. En esa película veo exactamente mi propia historia en las largas noches de soltería, de ligues, y deseos.

Joe Dallesandro, sueño húmedo

13. 2001 Llevo a un ligue a ver Tabú, de Murnau, en Londres. No le gusta nada. De inmediato decido que no le voy a ver más. Incompatibilidad de caracteres.

14. 2006 Veo Brokeback Mountain en un cine de Londres. La disfruto a medias porque me paso la película tomando notas: me pica bastante el programita que dan al entrar, armadizadísimo. Tengo pensado escribir un libro…

Y todo esto sin hablar de Mary Poppins, Richard Gere y William Holden, sobre quienes he escrito en otros sitios....

¿Y los vuestros? ¿Momentos en el cine que queráis compartir?

OS PROPONGO UN JUEGO: ¿QUÉ TIENE DE GAY....?

Homenaje a Rebelde sin causa: Alberto muere en Griffith Observatory, tiroteado por la policía, igualito que Sal Mineo
Hola a todos. Me voy unos días a Chicago (¡a ver a Debbie Voight en Salomé!), Niágara (¡Tras el fantasma de Marilyn!), Nueva York (a un congreso en el que hablaré de cosas que me habéis ido contando en este blog) y luego un día a Fire Island (a helarme de frío). Así que hoy os dejo con un par de pasatiempos porque muy probablemente no podré escribir nada. No tengo materiales a mano y ya será suerte si consigo encontrar tiempo y un internet café. No, no tengo un ordenador de esos que siempre estás conectado: trabajar en libros o la universidad no da para tanto. Todo llegará, supongo.

En fin, este juego es para poner en práctica vuestras facultades como conocedores del cine gay.

a) Se trata de proponer una película que tenga al menos TRES (pueden ser muchos más) elementos gays de cualquier tipo: sea por motivos narrativos, por cotilleo, por autoría, porque pertenezcan a la cultura gay.

b) Los demás tenemos que adivinar cuáles son.

c) No vale la información autobiográfica en plan “en esta película ligué”, que ya nos conocemos.

d) Gana quien proponga la película con más ramificaciones

e) Podemos ramificar tanto como queramos, pero las ramificaciones tienen que ser constatables.


"En toda labor u ocupación hay un elemento de diversión. Se busca ese elemento y, ¡Zip! La vida es un juego" (Mary Poppins)

Mi imagen preferida de Mary Poppins: elegante, estirada, en su nube

Por ejemplo:

Mujeres, 1939

Es gay porque:

1. La dirige George Cukor, que era gay

2. Sale Joan Crawford que tuvo una época lésbica y que es un icono gay

3. La ropa era de Adrian que era gay

4. Sale una mujer, la escritora, muy secundaria, que reproduce un estereotipo sobre la lesbiana

5. Anita Loos, la coguionista, tenía muchos amigos gays. Y escribió el material original de una película tan gay como Los caballeros las prefieren rubias.

6. La protagonista Norma Shearer fue esposa de Irving Thalberg, buen amigo de William Haines, la primera estrella de cine abiertamente gay, a quien Thalberg defendió del homófobo Mayer. (algo rebuscado eso, pero para que veáis que con ramificaciones se puede llegar muy lejos)

7. Y (esto va a valer para cualquier producto MGM de la época dorada, así que funciona como comodín): el director artístico, Cedric Gibbons, era gay.

Un cadáver a los postres, 1978

Es gay porque:

La dirige Robert Moore, que fue gay

Sale Truman Capote. Las explicaciones son innecesarias.

Sale Alec Guiness, que era, decía él, bisexual

Se acusa al personaje de Peter Falk de guardar fotos de hombres musculosos para masturbarse.




Sentado junto a las huellas de Gloria SwansonDick Tracy

Es gay porque:

Las canciones son de Stephen Sondheim, que es gay

Sale Madonna

Warren Beatty, director y protagonista, hizo el papel del homosexual Clyde Barlow en Bonnie and Clyde, y trabajó en las versiones cinematográficas de dos textos del dramaturgo gay William Inge, así como en La primavera Romana de la Señora Stone, basada en Tennessee Williams y dirigida por el gay José Quintero.

Star!, De Robert Wise, 1968

Es gay porque:

Sale Julie Andrews, protagonista de películas gays como Mary Poppins, Sonrisas y lágrimas y Víctor o Victoria

Un personaje es Noel Coward, que era gay (el actor que lo interpreta, Daniel Massey no sé si era gay, pero salía en musicales de Broadway y era amigo de Barbara Cook)

Andrews canta una canción de Cole Porter, The Physician (Cole Porter era, claro, Gay)

Asumo que hay muchas más ramificaciones, pero estas son las que me vienen a la cabeza. Sólo son ejemplos.




Así, además, encontramos un equilibrio entre lo que subjetivamente nos parece gay y los elementos reales y objetivables que hacen una película gay.

Y compartiendo información de este modo descubriremos algo que algunos siempre hemos sospechado:

QUE TODO EL CINE ES GAY