viernes, octubre 27, 2006

¿Los heteros nos prefieren muertos?: la muerte como motivo narrativo

Mikael

Los que seguís este blog sabréis que no soy partidario de restringir las comentarios sobre cine gay a la crítica de imágenes negativas. Pero la verdad es que, cuando uno se para a pensarlo, creo que resulta ineludible hablar de la frecuencia con que las historias de hombres gays tradicionalmente acaban con la muerte de uno de los amantes. O los dos. O, como mínimo, apuntan la posibilidad de suicidio. Ya Anders als Anderen y Mikael, dos de las películas mudas con personajes homosexuales más famosas, acaban en muerte. A partir de ahí, pocas se salvan de este motivo argumental: el Sebastian de De repente el último verano muere devorado, el senador de Tempestad sobre Washington se suicida, muere el oficial de las SA de El crepúsculo de los dioses, el Aschenbach de Muerte en Venecia, en Cruising hay un asesino en serie, muere el amante de Arnold en Trilogía de Nueva York, el de Roberto Orbea en El diputado, el protagonista de Flor de otoño, y el de La muerte de Mikel, Antonio Banderas en La ley del deseo, Tom Hanks en Filadelfia, Zahara en La mala educación, y así hasta llegar a Jack Twist en Brokeback Mountain. Y sólo es una selección. A tal grado llega la lista de muertos que Vito Russo terminaba su libro (en el que se inspiró la película El celuloide oculto) con un obituario. Y como mínimo esto debería servirnos como punto de reflexión. ¿Nos quieren muertos?

Sebastiane

El psiconálisis hablaría, imagino, de pulsión de muerte como algo intrínseco en el cine sobre la homosexualidad. Lo cual resume muy bien por qué el psicoanálisis me parece irrelevante en el tipo de trabajo que hago. La pulsión de muerte no es parte de la constitución psíquica del homosexual. Y si así lo ha parecido, las presiones son externas, no psíquicas: si muchos homosexuales en la historia han acabado suicidándose es porque la homofobia les hacía la vida imposible. De hecho, si algo ilustran estos ejemplos es que es posible que lo que haya es una pulsión asesina implícita en el heterosexismo (después de todo la utopía heterosexista sería un mundo sin homosexuales, ¿no? Hablo de sistemas de ideas, no de personas, no hace falta decirlo). Por eso hay que hacer trabajo para contrarrestarlo. No digo que el dueño homófobo del bar de Sevilla quisiera matar a la pareja de los arrumacos. Pero tampoco es cuestión de dejar de lado la idea de que si se da rienda suelta a la homofobia, inmediatamente aparece la violencia. Si el cine expresa fantasías culturales, lo que se expresa en las tramas sobre los homosexuales es preocupante.

No todas las muertes “significan” lo mismo. Algunas de estas películas son homófobas. Otras no. Algunos de los personajes que mueren son villanos, otros no. En algunos casos, la muerte forma parte de una “justicia narrativa”. Pero lo cierto es que de alguna manera, en nuestra cultura, “tiene sentido” que el homosexual muera en la clausura narrativa. La clausura es uno de los puntos determinantes del sentido de la película. Por supuesto puede haber clausuras irónicas, pero pocas de las muertes apuntadas son irónicas. Resulta reconfortante para la mentalidad hetero, supongo, y por lo tanto hace las películas más fácilmente asimilables a un público general. El cine es un arte caro y necesita garantizar un espectro amplio de espectadores.


Muerte en Venecia

La clausura no debe ser leída de manera literal, tenéis razón, y puede que en este post esté pecando un poco de ello. Algunos habéis dicho (en el post sobre BBM) que la muerte del homosexual no es necesariamente mala. Puede despertar la compasión, o puede ser digna o incluso heroica. De hecho, los homosexuales llevamos décadas haciendo esfuerzos por no sacar conclusiones de estas clausuras, por prescindir de ellas y disfrutar de otros aspectos de la representación. Sin embargo la abrumadora cantidad de muertes hace que este argumento tenga que replantearse. Cierto, el final de BBM no se lee de manera unívoca. Pero esto es un arma de dos filos que subraya la ambigüedad de la película. Si a vosotros os parece noble y emocionalmente satisfactoria, para un hetero, especialmente para un homófobo, la muerte del homosexual (y la armarización perpetua del otro) constituye un retorno al orden, una confirmación de un enunciado cultural bastante profundo que asigna al homosexual una narrativa determinada.

Curiosamente este síndrome de la muerte violenta afecta a las mujeres en mucho menor grado. Si gran parte de las películas canónicas de hombres tienen el fantasma de la muerte planeando sobre la trama, en el caso de las mujeres sucede menos: las protagonistas de El asesinato de la hermana George, Lianna, Media hora más contigo, High Art, Bound y otras muchas películas sobre la experiencia lésbica sobreviven. Sospecho que es consecuencia del “síndrome Reina Victoria”, pero aún así…

Simplemente una interpretación. Supongo que no hay UNA interpretación que explique este fenómeno recurrente, pero ¿qué pensáis?

2 comentarios :

  1. Anónimo12:28 a. m.

    Pues precisamente hice mi tesis sobre esto, pero hace algún tiempo. Haber si consigo dar una respuesta que tenga sentido.

    Primero, muchos homosexuales de la época de Tennessee Williams tenían una concepción malditista de la homosexualidad. Dadas las circunstancias, asociaban ser homosexual con lugares oscuros, marginales, donde te podían detener, era un contexto en el que las relaciones no duraban, en que la homosexualidad era una pulsión que cualquiera evitaría si pudiera, por lo tanto la conceptualizaban como pasión (auto)destructiva. En los cuarenta, en los USA, los homosexuales tendían a ser alcohólicos, la tasa de suicidios era alta. O se armarizaban. No sé si esta situación era muy distinta en otros lugares. Sospecho que no.

    Williams, dentro de lo que cabe, es un superviviente. Mientras que otros de su generación (las cosas cambian con los beats y compañía) prefirieron callar, él hace un esfuerzo por dar forma a algo que percibía como problemas a través de la escritura. Y a pesar de todo (el problema de Williams no era el sexo, sino el alcohol y las drogas) fue de los primeros escritores consagrados que salió del armario (y por televisión). Escribió, en el 75, unas memorias bastante explícitas (muchos le odiaron por ello).

    No podemos realmente reprochar a la gente de aquella generación proyectar una imagen negativa de la homosexualidad. Era más fácil si pertenecías a una cultura aristocrática: tenías otras coartadas. Pero Williams era de clase media. Ya es admirable que intentase exorcizar sus fantasmas por escrito contra el consejo de su círculo. Era imposible estar orgulloso de la homosexualidad de uno en aquellos años. Había demasiado en contra. Y además, hablamos de un hombre que en cualquier caso tendía a la depresión. No sé si era depresivo porque se sentía culpable por su homosexualidad, sospecho que aunque hubiera sido hetero habría experimentado los mismos altibajos, las mismas adicciones. Pero a saber.

    Lo de Sebastian devorado... bueno, es metáfora, pero sólo hasta cierto punto. Quiero decir, Williams, como otros de su época, tenían que ponerse en peligro para buscar relaciones sexuales entre chavales de países tercermundistas (entre ellos España, donde se desarrolla la escena que mencionas). Lo que pasa a Sebastian es, ciertamente, un pelín extremo (no hablamos de un dramaturgo contenido o minimalista en absoluto) pero no está tan lejos de alguna situación real sobre la que podía haber oído hablar. Cierto, que te peguen una paliza para robarte no es lo mismo que ser devorado. Pero la imaginación es así. Su miedo probablemente era el de ser "devorado" (simbólicamente) por el deseo que le consumía.

    Tiene mucho que ver con una tendencia al dramatismo, en cualquier caso.

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  2. De hecho, si te interesa el tema, tiene un relato que se llama The Black Masseur en el que un hombre apocado acaba literalmente devorado por un cachas masajista negro (hace siglos que no lo repaso, pero creo que es eso...)

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