viernes, mayo 29, 2015

Nine, de Maury Yeston y Arthur Kopit, en el Teatro Alfil de Madrid


He de reconocer expectación y cierta suspicacia cuando supe de esta producción de Nine en el el Teatro Alfil. ¿Nine? ¿En España? Sigo el desarrollo del musical en mi país bastante mal, y cosas que los locales exaltan hasta las alturas (aquella producción de Sweeney Todd, lo más reciente de Follies) a mí me parecen derivativas o simplemente decepcionantes. Y el problema no suele estar en los intérpretes como tales sino en la concepción: si uno no entiende de dónde viene el texto, qué significa (además de qué "dice" el texto), la cosa no acaba de salir. El musical es un género frágil. En Estados Unidos, que es lo suyo, hay producciones excelentes en los institutos: es lo que la gente respira, la gente entiende sin pensarlo demasiado Carousel, Damn Yankees, The Music Man. Aquí a veces con mil veces más talento los resultados son desencaminados porque se ha respirado menos y hay que hacer un esfuerzo desde cero. Esto para poner las cartas sobre la mesa y constatar que la producción de Federico Barrios me encantó, que toma bien la mayoría de las decisiones y que tiene las ideas adecuadas para convetirse en una versión sólida.


Uno es pijotero con estas cosas y siente el deseo irrefrenable de entrar en la textualidad, en parte por el respeto del trabajo de otros. La versión que se ha elegido es algo híbrida. No es que crea (ni yo ni Tommy Tune, que la dirigió en Broadway) que el libreto publicado sea sacrosanto e intocable. De hecho "The Germans at the Spa" no aporta nada y está mejor cortado. Pero me rechinaron los dientes cuando se introdujo la horrenda canción de la película "Cinema italiano" tan fuera de estilo como desagradable de escuchar, probablemente para que la actriz tuviera "su momento". A cambio se le quitó la contramelodía en "Follies Bergere". Que se haya cortado la parte del Gran Canal en el segundo acto lo entiendo mejor, pero en la producción del Donmar Warehouse se hizo bien y en pequeño (el escenario del Donmar es probablemente un tercio del del Alfil), a ver si hay suerte y en sucesivas encarnaciones podemos recuperarla. En cuanto al final hay cosas que entiendo (que el Guido de nueve años no aparezca para cantar) pero me pareció que la reunión entre Guido y su mujer (que convierte en treinta segundos lo que era dos segundos en la reciente producción de Broadway y que simplemente no estaba en la original) no tiene lógica teatral. En cuanto al "epílogo" al estilo de la película, tampoco me funciona. Asumo que los criterios de estos cambios son comerciales. Hay un público al que no llega "Unusual Way" pero sí "Cinema Italiano". No opinaré qué es más comercial, pero quizá habría que considerar confiar más en el texto.

Ahora llega el momento de reconocer que esto es irrelevante para quienes no conocen las otras versiones. Cierto. Pero se me perdonará que ame las decisiones de los creadores por encima de sus manifestaciones. Lo que sí es relevante es que, como digo, Barrios ha leído el texto bien y ha tomado decisiones escénicas que funcionan. El vestuario de las mujeres, entre la variedad y la homogeneidad, el escenario casi vacío con los mínimos aditamentos, la presencia casi constante de las mujeres de Guido, el tono de la coreografía y del diálogo. Sabe cuándo las escenas importan, sabe cuándo son de adorno y sabe qué significa el texto. Nine no es un musical fácil (ni perfecto). La mayoría de las protagonistas tienen una sola canción, pero al mismo tiempo hay que equilibrar el brillo individual con el trabajo de conjunto. Esto requiere oído y trabajo. Quizá más tiempo, es verdad, pero la dirección es la adecuada. Cuesta de engrasar, los diálogos pueden ser pesados, los números no ayudan a que la cosa fluya bien. Son problemas del original, que aquí se resuelven todo lo bien que podría esperarse. Por esto no voy a entrar en destacar interpretaciones personales. Alguna actriz debería haber sido más Claudia Cardinale y menos Anita Ekberg, y la noche que yo lo vi le faltó fuerza a "Be On Your Own", el nivel por otra parte era alto y las tablas y compromiso con el show eran innegables. Pero cuando se sabe por dónde va uno, son problemas que pueden resolverse.

La austeridad de la puesta en escena puede echar atrás a un público que dice amar al musical pero que lo asocia con lentejuelas, luces y color. Evidentemente no es ese tipo de musical, este es de los buenos. Por otra parte, para aquellos que crean en el género con toda la sofisticación acumulada desde Show Boat a Assassins, este es su tipo de espectáculo: una obra en que las palabras importan y en que las canciones están más o menos integradas pero que siempre orbitan en torno a una idea sobre lo que se nos quiere decir, un espectáculo fluido que permite interpretaciones y una puesta en escena conceptual, un show con voluntad de estilo que no es Fellini pero que tampoco le ofendió especialmente. Y sería maravilloso volver a verlo en Madrid.

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